28 de marzo de 2013

Crisis en Carta Abierta

Bergoglio se encargó de que Horacio González y José Pablo Feinmann no pudieran presentar su libro reciente en un programa de televisión al que habían sido invitados. Feinmann, fiel a su carácter, se travistió al clericalismo en menos de lo que canta un gallo, sin dar siquiera un pito de atención a las denuncias de su correligionario Vebitsky, ni a las carpetas voluminosas sobre la complicidad de la Iglesia local con la dictadura. El menemista del primer día ahora salió a “ganarse al Papa” -la línea que bajó el controlador de precios. Por eso se apresuró a festejar los carteles celebratorios del papado que se colgaron en el Mercado Central. No nos equivocamos frente a la posición que tomó este personaje en ocasión del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, cuando lo caracterizamos como un objeto descartable.

González, a diferencia del charlatán que funge de ‘filósofo’, alertó contra la reivindicación de Bergoglio. La pretensión de “pensar el todo” no duró. González advirtió contra el peligro de reconstruir la “nación católica”, el planteo genético del peronismo, aunque no haya ilustrado el punto con el aliento que dio Perón a fascistas como Jordán Bruno Genta, la designación del integralista Mario Amadeo como candidato del Frejuli en las elecciones ‘camporistas’ de 1973, o la designación de Oscar Ivanissevich, otro facho de las Tres A, a la rectoría de la UBA. González, de todos modos, recordó a los neo-papistas que su nuevo ícono “viene a cerrar con rostro conservador, astuto y de un modo oscuro, los grandes debates de los años ’70… Bergoglio pertenece a esta saga política del ‘encuadramiento de lo popular’ actuando en el ‘interior’ de esquemas estatales o militares”. Días más tarde, González atenuó considerablemente lo que al final no parece que vaya a pasar de una queja. Es que se rumorea un despido de González de su cargo oficial en la Biblioteca Nacional.

El efecto disolvente que ha provocado el ‘papazo’ en el kirchnerismo desnuda a todos los charlatanes que se ‘comieron’ la “victoria cultural” del kirchnerismo y se atrevieron a anunciar una “Argentina kirchnerista”. Ningún movimiento nacional puede adquirir envergadura sobre la base del precio elevado de la soja en el mercado internacional.