28 de febrero de 2011

DOBLE PODER EN LIBIA

La crisis revolucionaria no solamente ha asumido su forma más extrema en Libia con el desencadenamiento de un principio de guerra civil. Es también el lugar donde la descomposición del Estado ha sido más aguda, casi completa, y donde el vacío de poder, en las zonas que escapan al control del gobierno central, ha sido cubierto en parte por la formación de comités populares.

De acuerdo al Financial Times (27.2), “en todo el este del país, académicos, funcionarios, soldados y hombres de negocios han unido fuerzas para administrar ciudades y pueblos una vez que el régimen de Mohamad Khadafi hubiera sido expulsado. En Benghazi, la capital de la región, uno de los varios comités que se han establecido asegura la provisión de electricidad. Se conecta con el comité encargado del petróleo para obtener el abastecimiento de combustibles para las plantas eléctricas. Los funcionarios que trabajan en la sucursal local del ministerio de Finanzas, que han adherido a la revolución ‘desde el primer día’, firman los cheques que aseguran el pago de los salarios”; la sucursal local del banco central tendría liquidez para sufragar gastos por tres meses. Grupos armados protegen el funcionamiento de las oficinas del banco central. Se encuentran movilizados incluso los ‘boy scouts’ para la distribución de alimentos. En los bancos que han retomado su trabajo, se permite el retiro diario de hasta 160 dólares. Para los analistas políticos, la formación de comités obedece a la ausencia de instituciones políticas en Libia, con excepción de la camarilla del líder máximo, creando un vacío de poder que es cubierto por los comités. De acuerdo al corresponsal del FT, “El movimiento anti-régimen espera usar el mismo modelo de comités a nivel nacional para impedir el vacío que producirá la expulsión del régimen de Khadafi”.

La corresponsal de Le Monde (1.3) aborda también el tema de los comités, aunque desde otro ángulo. El comité encargado del gobierno de Benghazi realizó su primera conferencia de prensa el 27 de febrero. Señala, sin embargo, que “Entre las ciudades ‘liberadas’ del este, la coordinación entre los comités es casi inexistente”. Ella también explica que “Libia no tiene Constitución, ni partidos políticos, ni asociaciones ni sindicatos, ni el menor tejido político organizado en el cual apoyarse”. Además, “la revolución libia, lanzada por el empuje de la juventud, no tiene por el momento ningún dirigente”. Las caracterizaciones de los corresponsales del FT y de Le Monde contrastan con las de los analistas norteamericanos, que aseguran que el levantamiento en el este es la consecuencia de la desafección de los clanes tribales del este, que no es de ahora, con la camarilla familiar que gobierna desde Tripoli, la capital, en el oeste.

Los comités, dice Le Monde, han desechado la propuesta de marchar sobre Tripoli debido a la carencia de armamento adecuado para hacer frente a los tanques del gobierno. Asimismo, se encuentran discutiendo la formación de un gobierno regional, el cual serviría para unir a los comités pero que podría provocar la escisión territorial de Libia; un ex ministro de Khadafi, que abandonó el gobierno en los primeros días de la insurgencia, ha comenzado las gestiones para formar gobierno, probablemente en función de un reconocimiento internacional. Según el diario francés, los comités, en cambio, defienden con firmeza la unidad nacional y se oponen a formar gobierno. Al cabo de 40 años, la unidad burocrática de Libia, desarrollada por el nacionalismo tercermundista, se disuelve bajo la presión de una división nacional que se ha acentuado.

Si la información de estos diarios es exacta, el imperialismo intentará pacificar a Libia a través de un arbitraje entre comités que combinan a diferentes clases sociales y la autocracia khadafista. Pero el imperialismo es incapaz de tener una política unificada frente a un país políticamente estratégico por sus recursos petroleros y su ubicación geográfica. El profesor Nouriel Roubini, que cobró fama cuando anticipó en detalle el derrumbe hipotecario en Estados Unidos, ha observado que el mayor problema “sistémico” del momento es el vacío de dirección política a nivel mundial. Quizás se quedó un poco corto, porque no tuvo en cuenta las crisis políticas que han emergido en los estados de Norteamérica, ni el efecto corrosivo de la crisis fiscal de Estados Unidos sobre la crisis mundial y la crisis política interna. El despropósito de los gobiernos del ALBA al apoyar a Khadafi pone de manifiesto la caracterización deformada que tienen de los acontecimientos internacionales, lo cual es típico del nacionalismo, que los examina desde sus estrechas fronteras nacionales y sus condicionamientos internos.


Jorge Altamira