Los dos ases del gobierno frente al agravamiento de la crisis mundial son que aún no se han derrumbado los precios de la soja y de los minerales. La cuestión de los minerales tiene que ver con Brasil, de cuya exportación a China dependen las ventas de Argentina a Brasil. Sin embargo, si se toma el antecedente de 2008, el precio de la soja seguirá a la caída que registra el del petróleo, porque en ambos casos manda la demanda mundial, la cual ha iniciado un retroceso.
Todo lo demás ‘patea' en contra. En primer lugar, la súbita violencia que ha tomado el ritmo de la crisis mundial como consecuencia de la crisis de financiamiento de las deudas públicas en Europa y la recesión y la crisis bancaria en Estados Unidos. En ambas orillas, se considera seriamente admitir una bancarrota de bancos y de Estados -el Bank of America, en un lado, Grecia y Portugal, en el otro. Amenaza la sombra de una corrida bancaria. La amenaza de una paralización del mercado monetario (préstamos a cortísimo plazo) tendría un efecto sobre el comercio mundial como en el verano austral de 2008.
El segundo aspecto tiene que ver con el agotamiento del financiamiento de la economía argentina, que se ha gastado los superávits comercial y fiscal, y está vaciando a la Anses y al Banco Central. Macri y Scioli han salido a endeudarse en dólares a una tasa usuraria de 11,2% anual. A esto hay que agregar la carga de subsidios a las empresas de servicios, que se llevan alegremente al exterior. Lo mismo ocurre con Repsol, que convierte sus ganancias en dividendos para socorrer a sus accionistas en bancarrota por el mercado inmobiliario español. Hasta Techint se ha sumado a la juerga luego que el gobierno exigiera que repartiera mayores dividendos, pues los accionistas mayoritarios de la siderúrgica tienen sede en Luxemburgo. El aumento de la nafta, después de las primarias, muestra que el gobierno se orienta a aumentar tarifas y reducir subsidios, aunque eso aumentará la capacidad de los pulpos del petróleo y de los servicios a repatriar ganancias mayores. La crisis mundial arrecia cuando los pilares del ‘modelo' dan señales de fatigas agudas. Un elemento estratégico del ‘modelo' ha sido mantener con vida a los capitales vinculados al sistema de tarifas que se desbarrancaron con la convertibilidad o, en otras palabras, a rescatar las privatizaciones menemistas de la peor crisis de la historia. Ahora hay que completar el pago del tributo con la liberación de esos precios.
La carestía del 25% anual es un producto del conjunto del desequilibrio de la economía de emergencia kirchnerista, que se expresa en el desborde monetario. El argumento de la ‘puja distributiva' que alega el gobierno solamente demuestra su incapacidad para mantener el poder adquisitivo de los salarios -bajo el capitalismo en crisis, las ganancias o mejoras que obtienen los trabajadores son arrebatas enseguida por el capital. Pero el mantenimiento de los subsidios y el crédito a los consumos más elementales -esto último con un elaborado sistema de fideicomisos que enriquecen a los financistas- son claros fogoneros de la inflación. En medio del derrumbe mundial, el gobierno ha perdido la capacidad de gastar para mantener la demanda y ha hipotecado a un número elevado de trabajadores, los que tendrán que comenzar a ‘desendeudarse' cuando la creación de puestos de trabajo está paralizada.
Y por último Brasil, la principal demanda exterior para Argentina. En los últimos días, Brasil ha dado señales de iniciar una recesión y de devaluación de su moneda, el real. Son tendencias que arrastran a Argentina a la crisis. Pero Brasil puede deparar más: un derrumbe financiero debido al elevado endeudamiento por consumo, a tasas usurarias, de mayor magnitud relativa que la de Estados Unidos al inicio de la crisis. Brasil ha sido el principal receptor de capitales de corto plazo de todo el mundo, los cuales saldrán en estampida con el agravamiento de la crisis financiera en el plano internacional. Semejante amenaza no se puede ni siquiera mitigar con los acuerdos de intercambios de divisas de los países de la Unasur -ni siquiera la gota en el océano, sólo pura publicidad.
En esta rápida ayuda-memoria sobre Argentina y la nueva fase de la crisis, el planteo fundamental de nuestra parte es que la lucha contra la crisis capitalista es imposible sin una serie de nacionalizaciones fundamentales, las que tampoco deben tener un carácter aislado, sino que deben formar parte de un plan económico que vaya más allá de las fronteras capitalistas. Nacionalizaciones que abarquen los bancos y el comercio exterior, los recursos estratégicos y las empresas privatizadas y rematadas. Mencionar un plan económico exige definir a su sujeto, a la clase que debe fijar las prioridades, las condiciones sociales de su desenvolvimiento y el control del cumplimiento de los objetivos. Este marco es el que da los instrumentos y garantiza la satisfacción de las necesidades y reivindicaciones más inmediatas de los trabajadores -como el 82% móvil, el salario mínimo igual al costo de la canasta familiar y el cese de la precarización y tercerización del trabajo.
Cuando los ‘paladares negros' del kirchnerismo repiten, bajos estas circunstancias, que lo de ellos es profundizar el modelo, deberían ser más claros. Bajo ese rubro épico entran las medidas de salvataje al capital, como los créditos subsidiados a los capitalistas o una protección selectiva del mercado interno frente a las importaciones. No mencionan la nacionalización del comercio exterior ni la nacionalización de la banca -al revés, usan los bancos estatales para subsidiar el capital y pagar la deuda externas, o amontonar a la Anses con títulos públicos que nunca se pagarán para financiar a los diversos grupos capitalistas o a subsidiar exportaciones como en el caso de bio-combustibles. La cháchara de la profundización del modelo esconde la respuesta del ajuste.
J. A.