La Organización Europea para la Investigación Nuclear acaba de anunciar que los experimentos realizados en el gigantesco acelerador de partículas que funciona en el centro del Viejo Continente, puesto en funcionamiento dos años atrás, han detectado algunos indicios de la existencia de la "partícula de Dios", cuyo nombre científico es "Bosón de Higgs" (ver "La máquina de Dios", de Andrés y Pablo Rieznik en Prensa Obrera Nº 1.055, 18/9/08, http://po.org.ar/articulo/po1055031/maquina-de-dios).
La partícula de marras, cuya existencia fue postulada por el físico que le dio su nombre, permitiría completar lo que se denomina el "modelo standard", hasta hoy aceptado como la teoría más completa sobre el origen del universo. El elusivo "bosón" (su existencia en el tiempo es infinitesimal) permitiría entender porque en la "explosión" de energía que originó el universo, algunas de las llamadas partículas primordiales adquirieron su masa particular y constituyen la base material de todo lo que conocemos, incluidos nosotros mismos.
El acelerador de partículas es el mayor laboratorio físico construido por el hombre. Permite recrear las condiciones del Big Bang, el estallido de energía fundante de la expansión del universo, detectada empíricamente a principios del siglo XX. Las partículas que allí son "aceleradas", son los elementos constitutivos de los átomos, la base estructural de "todo", hasta esa forma particular de existencia de la materia que somos nosotros mismos.
Richard Feymann, considerado como uno de los físicos más importantes luego de Einstein, dijo alguna vez que si algún mensaje clave había que dejar para una secular posteridad que buscara desentrañar lo esencial de nuestro cosmos, debiera contener la siguiente definición: "el universo está hecho de átomos". Los que integran nuestro propio cuerpo tiene un origen cósmico, probablemente originados en la desintegración de alguna vieja estrella, en cuyo interior se formaron los átomos de los elementos más pesados, indispensables para la constitución de seres vivos.
Los mismos seres vivos -que al cabo de los aproximadamente 14.000 millones de años que nos separan del Big Bang- están intentando completar la develación del secreto de cómo comenzó todo y apropiarse concientemente del entendimiento de las condiciones de nuestra "génesis". La ciencia puede provocar emociones tan sublimes como las que algunos suponen exclusivas del mundo de la fantasía religiosa o metafísica.
Paradoja de la contradictoria historia humana: en Europa puede consumarse una de las grandes hazañas científicas en el momento en que el Viejo Continente se derrumba en una crisis capitalista sin precedentes y las masas explotadas y hambrientas ganan las calles del planeta, agobiadas por un sistema social en descomposición. También el quehacer de los hombres de ciencia y los programas de investigación se "ajustan" para que la barbarie del capital siga su curso. La perspectiva de la ciencia, su alcance universal y la humanidad misma de la cual ha surgido, se han transformado en definitivamente incompatibles con el capitalismo. El "bosón de Higgs" descubierto revelará que "Dios existe": es la actividad histórica del propio hombre, modificando y comprendiendo la naturaleza, su naturaleza. Eso es "todo". Somos autores de nuestra propia creación.
La partícula de marras, cuya existencia fue postulada por el físico que le dio su nombre, permitiría completar lo que se denomina el "modelo standard", hasta hoy aceptado como la teoría más completa sobre el origen del universo. El elusivo "bosón" (su existencia en el tiempo es infinitesimal) permitiría entender porque en la "explosión" de energía que originó el universo, algunas de las llamadas partículas primordiales adquirieron su masa particular y constituyen la base material de todo lo que conocemos, incluidos nosotros mismos.
El acelerador de partículas es el mayor laboratorio físico construido por el hombre. Permite recrear las condiciones del Big Bang, el estallido de energía fundante de la expansión del universo, detectada empíricamente a principios del siglo XX. Las partículas que allí son "aceleradas", son los elementos constitutivos de los átomos, la base estructural de "todo", hasta esa forma particular de existencia de la materia que somos nosotros mismos.
Richard Feymann, considerado como uno de los físicos más importantes luego de Einstein, dijo alguna vez que si algún mensaje clave había que dejar para una secular posteridad que buscara desentrañar lo esencial de nuestro cosmos, debiera contener la siguiente definición: "el universo está hecho de átomos". Los que integran nuestro propio cuerpo tiene un origen cósmico, probablemente originados en la desintegración de alguna vieja estrella, en cuyo interior se formaron los átomos de los elementos más pesados, indispensables para la constitución de seres vivos.
Los mismos seres vivos -que al cabo de los aproximadamente 14.000 millones de años que nos separan del Big Bang- están intentando completar la develación del secreto de cómo comenzó todo y apropiarse concientemente del entendimiento de las condiciones de nuestra "génesis". La ciencia puede provocar emociones tan sublimes como las que algunos suponen exclusivas del mundo de la fantasía religiosa o metafísica.
Paradoja de la contradictoria historia humana: en Europa puede consumarse una de las grandes hazañas científicas en el momento en que el Viejo Continente se derrumba en una crisis capitalista sin precedentes y las masas explotadas y hambrientas ganan las calles del planeta, agobiadas por un sistema social en descomposición. También el quehacer de los hombres de ciencia y los programas de investigación se "ajustan" para que la barbarie del capital siga su curso. La perspectiva de la ciencia, su alcance universal y la humanidad misma de la cual ha surgido, se han transformado en definitivamente incompatibles con el capitalismo. El "bosón de Higgs" descubierto revelará que "Dios existe": es la actividad histórica del propio hombre, modificando y comprendiendo la naturaleza, su naturaleza. Eso es "todo". Somos autores de nuestra propia creación.