Fulano es como las almejas, se entierra con la lengua", dice el ingenio popular. Eso le ha sucedido al "filósofo" José Pablo Feinmann, cuyas desventuras recientes entre Página/12 y La Nación se han convertido para él en una especie de sainete dramático.
El hombre, impulsado -como él mismo admite- por su avidez de ventas de su último libro, le dio una entrevista al diario La Nación y, deseoso de caerles bien a los lectores de la familia Mitre, hizo lo que no debía: intentó simular que es lo que nunca fue, un "pensador independiente", y criticó a los K por el costado de la corrupción, ítem especialmente irritante para el oficialismo. Chau Feinmann: "Cavé mi tumba", dice desesperado, en un intento patético de redención kirchnerista que publicó después en Página/12 (esa "aclaración", es de temer, sólo le servirá para que le ocurra como a los confidentes policiales, despreciados hasta por aquellos a quienes sirven).
En la entrevista con La Nación, a Feinmann -según él- le pasó como a aquel personaje de una vieja canción de Pimpinela: le mintieron, lo engañaron. El dice que aceptó ir a ese diario porque primero "te llaman, te adulan, dicen que te quieren". Y él, que es "un tonto que cree en la posibilidad de (...) abrirse a un diálogo amplio (...) acepta" (Página/12, 28/12/11). En esa misma columna, Feinmann se queja porque alguna vez Jorge Altamira lo trató de "pelotudo", pero después de su propia confesión aquel epíteto deja de ser un juicio de valor y se vuelve apenas una descripción. Con esa intención se lo adjudicó Altamira y, por su lado, Mauro Viale y Dante Gullo rubricaron el calificativo en América 24, el viernes 30 de diciembre (Feinmann se había quejado ante Gustavo Silvestre porque "la Presidenta no me llama").
Tiene su importancia la referencia a este patetismo de Feinmann porque, al menos hasta que cavó su tumba, ha estado entre las primeras espadas "intelectuales" en defensa del gobierno (como antes defendió a Alfonsín, a Menem, a De la Rúa), y en la calidad del defensor se advierte la del defendido. Este hombre, conviene recordar, fue uno de los encargados de intentar el encubrimiento de los asesinos de Mariano Ferreyra, crimen por el cual acusó... al Partido Obrero ("ese cadáver es tuyo, hacete cargo", le dijo al PO).
Qué es el kirchnerismo
En su entrevista con La Nación (24/12/11), Feinmann dice: "Por supuesto que no soy kirchnerista. Primero habría que definir bien qué es el kirchnerismo". Feinmann, sin embargo, no lo hace. Carta Abierta, en su última misiva, tampoco: dice que es "una metáfora nominativa", una suerte de ‘relato' inverosímil.
Los K, personalmente, se habían enriquecido durante la dictadura, ejecutando propiedades en Santa Cruz gracias a la usuraria circular 1050 de Domingo Cavallo. Por lo tanto, la fortuna K está asociada a una confiscación social, y lo mismo ocurre cuando compran terrenos fiscales a precio vil. El renacido "nacionalismo popular" brota de la expropiación de la nación y del pueblo. Los K comandaron la fuga de más de mil millones de dólares que recibió Santa Cruz por la privatización de YPF. Conviene recordar, además, que en abril de 2002, con Néstor Kirchner en el gobierno provincial, apalearon a los asambleístas en Río Gallegos. Otra paradoja: llegaron a la presidencia luego de haber reprimido a quienes les abrieron el camino.
En nuestros días, Santa Cruz, con el ajuste y la represión, anuncia lo que se viene y cómo piensa tratar CFK a sus votantes cuando salgan a reclamar derechos, ya no en calidad de ciudadanos individuales en un cuarto oscuro sino en tanto trabajadores organizados.
De todo eso, Feinmann ni palabra. El es capaz de hablar del patrimonio económico y político de la pareja, sin mencionar que creció de un saqueo social y de un levantamiento que reprimieron. No es como Feinmann lo dice, una ricachona que habla del hambre. El filósofo en cuestión sólo se mueve por impresiones: "Cristina es brillante". O: "Tiene (CFK) mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles que están equivocados. Es la primera vez que un Presidente le dice eso al FMI, al Banco Mundial". Ni se le ocurre mencionar que luego va por el ajuste que le reclaman los criticados. Sermonear al imperialismo es una clara manifestación de mediocridad. El malogrado Iván Heyn generalizó ese rasgo: "Soy un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad".
Ahora, ese "nacionalismo" verbal que adulones como Feinmann le atribuyen a la Presidenta, ya no puede ser defendido: la aprobación de la ley "antiterrorista" por orden del Gafi lo ha vuelto imposible y cierra el debate. Asunto acabado.
El peligro
Cuando el periodista de La Nación (Ricardo Cárpena) le pregunta por el conflicto entre el gobierno nacional y Hugo Moyano, Feinmann se alarma: "Si hay ruptura, la situación es muy peligrosa porque el sindicalismo no creo que apele a la razón, sino que está, por historia, muy cerca de la violencia". El mismo razonamiento aplicó para endilgarle la responsabilidad del asesinato de Mariano a Altamira: ¿no sabía acaso que Pedraza era "violento"? Feinmann le aconseja a CFK que pacte, pero la Presidenta es más pícara que el filósofo, y ya tiene apuntado a otro burócrata "violento" para sustituir a Moyano en la CGT. Otra vez Santa Cruz es la muestra: el ajuste brutal, la respuesta de los trabajadores, la represión, el retroceso del gobierno, la crisis. He ahí la "violencia", no la que preocupa a Feinmann sino la que explica por qué CFK seguirá con la burocracia sindical.
Más adelante, Feinmann, con su centímetro de profundidad, reflexiona: "Yo no entiendo cómo los muy ricos no se dan cuenta de que tienen que ceder algo de su riqueza para vivir más felices". La idiotez de Feinman viene de lejos, porque la existencia de los "muy ricos" tiene algunos milenios.
Cuando se desmenuzan los argumentos de "intelectuales" como los agrupados en Carta Abierta, y los que emplean para contestarles, desde el otro lado, "politólogos" como Mariano Grondona o Morales Solá, se advierte la decadencia terminal del pensamiento político del "medio pelo" criollo.
Feinmann no es el único que cava su propia tumba.
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El regreso de Perón
Feinmann, sin tomarse la molestia de demostrarlo, dice en su entrevista con La Nación que si Perón hubiera vuelto en 1964 no habría habido "guerrilla ni miles de muertos, ni tanto odio en el '73".
En 1964, el burócrata metalúrgico Augusto Timoteo Vandor organizó un frustrado "operativo retorno" que terminó con Perón en Brasil, desde donde su avión fue enviado de regreso a Europa con él a bordo.
Cuando ese operativo apenas se había anunciado, el recién fundado Política Obrera publicó un folleto con el título "Perón no vuelve". Allí se explicaba que el general exiliado no regresaría a la Argentina mientras no tuviera una tarea contrarrevolucionaria que cumplir. Ese no era el caso en 1964, cuando su presencia podía soliviantar a las masas en reflujo, y sí lo sería en 1972. Feinmann solamente puede hacer historia para justificar sus resultados -o sea, cuando ese ejercicio no sirve para nada.
Ocho años después de aquel retorno fallido, Perón regresó traído por los mismos que lo habían derrocado en 1955, y por los mismos que no lo dejaron entrar en el ‘64. Lo trajeron para diluir políticamente la insurgencia popular iniciada por el Cordobazo. El crimen político de Montoneros fue poner el retorno de Perón en la agenda en la cual el Cordobazo había puesto el "gobierno obrero y popular".
Esa gran contradicción histórica es reducida por Feinmann a una divagación. Al regresar, dice, Perón se "historiza" (?) y por eso deja de ser "el padre de todos". Conclusión: para evitar el sinsabor de la lucha de clases escapemos de la historia y fantaseemos. Como historiador, ¿es o no un pelotudo?
A. Guerrero