21 de junio de 2012

El paro camionero y la crisis política

La reacción del gobierno frente al paro camionero ha desatado una crisis política de larga incubación. Después del ‘roce’ con Cameron, la Presidenta ha amenazado al sindicato camionero, primero con la fuerza pública (ley de abastecimiento) y con la intervención; luego con la Gendarmería. ¿Para qué? Para defender a rajatablas el ajuste “en casa”: paritarias con techo y la confiscación impositiva del salario. El sindicato de Moyano reclama un 30 por ciento de aumento y la elevación del mínimo no imponible. Página/12, el domingo pasado, defendió el impuesto al salario en nombre de la ‘redistribución del ingreso’.

La advertencia de una intervención a los camioneros tiene como antecedente la amenaza de retiro de la personería a los técnicos aeronáuticos, por parte del camporista Kicillof, y coloca al gobierno “nac & pop” en la saga de la revolución libertadora. El arbitraje oficial contra la clase obrera se lleva adelante con unos métodos encarnizados que jamás se pusieron en marcha contra los especuladores capitalistas.

Moyano, por su parte, se manifestó dispuesto a bajar la pretensión de aumento del 30 por ciento si el gobierno sube el mínimo no imponible. Pero no dijo de cuánto tiene que ser esa suba, lo que deja la puerta abierta a un acuerdo en torno de un aumento efectivo inferior. Según los mentideros oficiales, CFK piensa elevar el mínimo después del congreso de la CGT. Pero no en más de un 20 por ciento, en línea con los aumentos homologados en las paritarias. Esa variante deja la exacción impositiva al salario en el mismo nivel que existía antes de las paritarias, en el mejor de los casos.

Desde el anuncio de la “sintonía fina”, el moyanismo se dedicó a una escalada de chicanas verbales con el gobierno -mientras dejaba pasar aumentos a la baja en la abrumadora mayoría de las negociaciones colectivas, sin promover una respuesta de conjunto. A la intervención de los K en la CGT, Moyano no respondió con un programa y un plan de lucha contra el ajuste.

La lucha por la sucesión

Moyano estuvo subordinando los intereses de los trabajadores a sus choques con el gobierno. Sostuvo reuniones con Scioli y con Lavagna en función de un armado político patronal para 2013 -nada que ver con un gobierno de trabajadores. Ese armado opositor propugna un ajuste fiscal a costa de tarifazos. Una lucha consecuente por las reivindicaciones obreras es incompatible con las alianzas políticas con estos ajustadores.

Dentro de los ataques del kirchnerismo a Moyano, Horacio Verbitsky denuncia el uso de “métodos gremiales para dirimir un conflicto político”; pretende que las paritarias y el impuesto al salario se zanjen en 2013 (Página/12, 17/6). Pero, en realidad, es el gobierno el que ha convertido a la lucha por la sucesión presidencial en un ataque contra el movimiento obrero y en una cruzada para convertir a la CGT en un anexo de la Rosada. El trabajo sucio de atacar el paro camionero quedó en manos de “Ciccone” Boudou, hasta que CFK tome la cadena. Los arribistas del kirchnerismo han salido a una campaña reeleccionista en nombre del “constitucionalismo popular”, para ocultar la marcha del ajuste y la regimentación sindical. El kirchnerismo viene condicionando la ayuda nacional para el pago de los sueldos bonaerenses a que Scioli desista de armar una lista propia para las parlamentarias de 2013. Por ahora, el oxígeno oficial llegaría para pagar los sueldos de junio, aunque el anuncio del “pago en fecha” quedó en manos del cristinista Mariotto.

Plan de lucha

Con su largo inmovilismo, Moyano confiaba en salvar la ropa de la paritaria camionera al final de las restantes negociaciones colectivas. Pero el gobierno resolvió que cualquier aumento de salarios de los camioneros debería ser bancado sin la ayuda estatal. Como también ocurre en ferroviarios o en Luz y Fuerza, el ajuste de los subsidios oficiales se opera a través de los trabajadores, no de la gestión capitalista.

Al final, un paro obrero terminó concentrando todos los elementos de la crisis política.

Los límites del moyanismo para dar una respuesta a esta escalada son insuperables. La crisis planteada exige un planteo y un programa de la clase obrera frente a sus reivindicaciones inmediatas y frente al conjunto de la crisis política. En sus diferentes vertientes, la política de la burocracia sindical coloca los reclamos obreros como moneda de cambio de las fracciones capitalistas que emergen del derrumbe de la política oficial.

El porvenir de los reclamos exige, en cambio, una orientación política y sindical independiente para la clase obrera, que debe manifestarse en un programa: abajo el ajuste, salario igual a la canasta familiar, por el pago integral de las asignaciones familiares; eliminación del impuesto al salario hasta los 15 mil pesos mensuales; por la liquidación del IVA, por impuestos progresivos a la tierra y a la especulación inmobiliaria; el cese del pago de la deuda externa, nacionalización sin pago de las privatizadas (en quiebra), fuera el capital financiero internacional del petróleo; por un Congreso de Bases del movimiento obrero y una alternativa política propia de los trabajadores.

Marcelo Ramal