El kirchnerismo se pasó cinco días advirtiendo sobre la plaza del “golpismo destituyente”. En cambio, en la Plaza había 70.000 trabajadores movilizados contra el gobierno del impuesto al salario, el despojo de las asignaciones familiares y el cepo a las paritarias.
Un día antes, la Presidenta había declarado que la confiscación impositiva de los salarios era una cuestión de Estado.
En respuesta, numerosas comisiones internas y hasta sindicatos seccionales pararon o se movilizaron a pesar de sus direcciones oficiales.
El paro y la jornada del 27 produjeron una conmoción política, porque fueron el primer paso de una ruptura, la cual nos debe llevar a la independencia política completa de la clase obrera.
Pasar de “columna vertebral” de una dirección patronal a una dirección política de todas las clases oprimidas.
Muy por encima, por supuesto, del horizonte de miras de Moyano -cuyo discurso fue: con el peronismo, todo; fuera del peronismo, nada.
¿Con Scioli, Lavagna, Duhalde, todo? Es lo mismo que decir todo con Techint, con los usureros internacionales, con el agronegocio -es decir con los explotadores de la clase obrera y los saqueadores del país.
El discurso no dio salida, ni en términos de lucha ni de programa, a la enorme inquietud planteada en la Plaza.
Pero los cuerpos de delegados e internas que se ponen en pie contra la burocracia están a la búsqueda de otra perspectiva política.
Una importante columna del Frente de Izquierda y de los obreros clasistas expresó, en la Plaza, a la vanguardia de la clase obrera que inicia una nueva etapa política.
Vayamos por la completa fusión de la clase obrera con la izquierda revolucionaria -o sea, con el socialismo.