A la directora del Indec, Beatriz Paglieri, y a Guillermo Moreno, el secretario de Comercio Interior, en Argentina los tenemos poco menos que como monstruos. ¿Cómo verlos de otro modo si, mes tras mes, desde hace cinco años, nos aseguran, contra viento y marea, que el costo de vida progresa al 8% anual cuando en realidad no baja del 25%, en promedio? Para imponer su versión de los hechos, estos energúmenos de las estadísticas, no vacilaron incluso en desencadenar una cruzada antisindical contra ATE, cuyos trabajadores se habían convertido en molestos testigos de sus falsedades. El fraude que han venido perpetrando se ha inspirado, además, en el más patriótico de los motivos, como es el de evitar que los acreedores de la deuda pública en pesos se aprovecharan de la cláusula de ajuste llamada CER, contra los más altos intereses del Estado nacio! nal. Es cierto que con el tiempo, es forzoso admitirlo, nuestros próceres de pasillo lograron transferir los perjuicios que ocasionaban con su trapisonda con el índice a la Anses –o sea a los trabajadores que aportan para jubilarse– a la que enchufaron la mayor parte de los títulos del Estado que deben ajustarse por inflación.
¿Pero qué si el dúo ha terminado haciendo escuela allende los mares, en lugar de recibir la execración universal? Preocupado en racionar el ingreso de importaciones, la oficina de propaganda de Moreno dejó pasar la noticia de que Gran Bretaña, nada menos, se apresta a copiar su metodología, sin pagar, como piratas que son, el ‘copyright’ correspondiente. En efecto, de acuerdo a un suplemento del Financial Times (4.6), “Los cambios que se proponen al cálculo de los datos de inflación podrían ‘arruinar’ el mercado ajustable de deuda pública, de 338 mil millones de libras esterlinas, y dejar a los inversores alimentando pérdidas pesadas”. ¿Algún parecido con los ajetreos de nuestras costas? No solamente. “Las propuestas reducirían las obligaciones de la mayoría de los esquemas de pensión privados al erosionar los ingresos por jubilación de sus miembros”. Lo que a Moreno le llevó dos movimientos, fraudar el CER y luego transferir los títulos en pesos a la Anses, los ingleses lo hacen en uno. Pero Moreno es más servicial con los inversores, que en Argentina se desprendieron de los títulos en moneda nacional, en tanto que en Gran Bretaña deberían sufrir el nuevo índice desvalorizado.
La similitud del fraude llama la atención, aunque los ingleses lo ejecutan con menor grosería. En relación a lo primero, el FT informa que “Los cambios que están siendo discutidos pretenden eliminar las causas ‘injustificadas’ de la persistente diferencia entre la inflación medida por el índice de precios minoristas (RPI) y el normalmente inferior índice de costo de vida (IPC), achicando la cuña entre ambos mediante la alteración del cálculo del RPI (…) En los últimos veinte años, el RPI ha promediado 70 puntos básicos por arriba del IPC (…). El IPC autoriza la sustitución por mercaderías más baratas cuando los precios suben”. ¡Moreno típico, al ciento por ciento, y todavía lo presentan como la barbarie versus la civilización! Alan Clarke, un economista del Scotiabank, citado por FT, asegura que esto reducirá el índice de costo de vida en 90 puntos básicos por año si fuera aplicado a todos los bienes y servicios. Exactísimo lo que hace Moreno, centésimo por centésimo. Este resultado, para Clarke, haría las delicias del secretario del Tesoro británico, “porque reduciría la carga de intereses del stock de deuda ajustada a la inflación”.
Aquí tenemos, entonces, la madre del borrego: la quiebra de las finanzas públicas, que acá y acullá fuerza a los estados a operar un defol o cesación de pagos parcial de la deuda pública, pero en especial desvalorizar los ahorros acumulados para la obtención de una jubilación. Es precisamente lo que lleva a un `inversionista´ a amenazar que “la erradicación del diferencial (entre los dos índices) equivaldría a un evento de defol”, lo que en la jerga financiera significa pedir la quiebra del deudor –en este caso el propio Estado.
Los devaneos sobre los índices de precios minoristas en Gran Bretaña demuestran que el Willie Brown, que controla las estadísticas en Argentina, no es para nada un producto criollo, sino un resultado de la cesación de pagos nacional y popular y de la bancarrota del capitalismo mundial. El gran interrogante que emerge de aquí es: ¿por qué dejar que la expropiación de capitales y de ingresos la ejecuten los expropiadores capitalistas o sus lacayos, para salvar un sistema que naufraga, y no que los trabajadores asuman la reorganización de la sociedad sobre bases opuestas a la expropiación del esfuerzo personal?
Jorge Altamira, dirigente nacional del Partido Obrero y ex candidato a Presidente de la Nación por el Frente de Izquierda y los Trabajadores.