El Consejo del Salario Mínimo es una institución corporativa, de origen menemista, de mayoría estatal patronal. Pero a estas alturas, el gobierno kirchnerista no la puede sostener: cada día la trucha más y, con ello, impide cualquier debate real sobre el salario mínimo, vital y móvil.
La incidencia económica después de las paritarias es menor: los valores en los que se discute el salario mínimo afectan poco y nada, los mínimos de convenio son superiores; sobre el negro no incide. Pero no es nada menor políticamente, en tanto que la convocatoria del Consejo se hace para el mes de agosto: fue el único compromiso presidencial para con la “CGT Balcarce” (por la dirección postal de la Casa Rosada: Balcarce 50).
Para agosto, no estará siquiera constituida la nueva CGT de Gerardo Martínez, los “Gordos”, Andrés Rodríguez y compañía. La maniobra de Tomada es prorrogar el mandato de la vieja CGT, como hizo con la CTA en su momento, para perpetuar el reconocimiento de Yasky, quien ya fue convocado por ese motivo el año pasado y será convocado ahora de la misma manera. En este caso, de los 13 miembros sindicales de la CGT -la CTA pone otros tres-, Moyano tiene sólo cuatro: él, Schmid, Palazzo (Bancarios) y Venegas.
El moyanismo quedaría con cuatro de los 16 representantes sindicales por lo que sería un escenario para el escarnio al mostrarle el carácter minoritario de su nueva realidad. Aun así, hay que ver si Tomada se anima a convocarlos igual, por la agitación política que podría crear la disidencia en el caso de que Moyano decidiera dar batalla política en minoría. El Ministro tiene la carta, si no hay un acuerdo previo con el propio moyanismo para no convocarlos, con el argumento de que ya constituyeron una nueva CGT, cuya legalidad se estudiará. Pero si busca una primera foto del nuevo “pluralismo sindical” -convocando a las cinco centrales que han resultado del intervencionismo kirchnerista en el movimiento obrero-, mostraría una trampa: los oficialistas aparecerían en abierta mayoría.
No hay que descartar, de todos modos, un acuerdo en este punto con Moyano, quien tiene un adjunto que es director en YPF por el gobierno, quien consultó al kirchnerismo antes de aceptar el cargo y que habla todo el tiempo de arrimar la CGT al solcito oficial, para lo cual ya disintió con Moyano al declarar que él seguiría votando al gobierno, a diferencia del camionero. Schmid ha dicho lo mismo sobre el voto, “esas son cosas que pueden variar llegado el momento” (Tiempo Argentino, 20/7).
El fondo de la cosa trasciende en mucho esta puja de la burocracia sindical. El salario mínimo, vital y móvil debería ser suficiente para afrontar una canasta familiar, que hoy triplica el monto de 2.300 pesos. Cristina podría estirar la actualización unos puntos por encima de la pauta promedio anualizada de paritarias que fue alrededor del 18% al 20%. Pero sería sólo un alimento más al verso nacional y popular el cual afecta a muy pocos trabajadores y, con este verso, aliviaría tensiones respecto de temas gruesos, claves, como el mínimo no imponible de ganancias, las destruidas asignaciones familiares y, sobre todo, la necesaria reapertura de las paritarias después de los anuncios de Randazzo sobre los transportes, cuando la inflación marcha a una velocidad previa del 28% anual; o las brutales crisis provinciales, que se traducen en recortes y en desdobles salariales: Buenos Aires, Entre Ríos, Formosa, Jujuy y Neuquén e incluso congelamientos como en Santa Cruz.
Todas las alas de la burocracia sindical -incluido el moyanismo- están de espaldas a este programa. La reciente huelga de los 25.000 choferes de larga distancia, la latente lucha de los Dragones, la huelga general de la eléctrica Transnoa en Salta, la descomunal huelga estatal-docente -la que quebró la cuotificación de Scioli-Cristina- y ahora la huelga docente mendocina por la reapertura de la paritaria marcan que la clase obrera busca un rumbo propio en la crisis. El clasismo y el Frente de Izquierda están definidos por un salario mínimo, vital y móvil equivalente a la canasta familiar como piedra basal de una reorganización económica y social. Sólo un congreso de bases del movimiento obrero, con delegados electos mediante asambleas de cada gremio y empresa, puede dar vía a una verdadera discusión del salario mínimo y a un plan de lucha para conquistarlo.
Néstor Pitrola