El gobierno israelí desató una nueva ola de bombardeos sobre la región de Gaza, a lo que se agrega la amenaza de una incursión militar terrestre, para la cual ya movilizó a 75 mil reservistas. La nueva escalada sobre la Franja de Gaza lleva más de 134 muertos palestinos, la mitad civiles (entre ellos, 34 niños) y 1.000 heridos. El régimen sionista incrementó los bombardeos ante la respuesta militar de Hamas y las milicias palestinas que, sin embargo, sólo han causado cinco bajas israelíes. La fuerza armada sionista cuenta con un avanzado sistema antimisiles que pone de relieve la desproporción gigantesca en capacidad militar entre uno y otro bando.
Como se ha encargado de destacar la prensa, el asesinato del jefe militar de Hamas, Ahmed Yabari, que terminó por precipitar la crisis actual, fue un operativo de espionaje y militar preparado y ejecutado con una precisión quirúrgica. La decisión del jefe de gobierno israelí, Netanyahu, de promover este nuevo “asesinato selectivo”, estaría vinculada, entre otras razones, con su frente interno, cuando se avecinan las elecciones que tendrán lugar en enero próximo. En ellas, otros representantes de la derecha le pisan los talones al actual mandatario.
La principal objeción que le hacen estos adversarios es su “pasividad” frente a los ataques palestinos. Según Haaretz, el diario liberal israelí, “el asesinato de Yabari pasará a la historia como otra acción militar de show en la noche anterior de una elección. Netanyahu está interesado en neutralizar cada posible rival y el ministro de Defensa, Ehud Barak, está peleando por suficientes votos para retornar al Knesset (parlamento) “(citado por el diario El País, 18/11). Esto prueba el grado de división y enfrentamiento que reinan en el gobierno israelí, y que atraviesa al propio gabinete. Es que el régimen sionista no ha sido inmune a los cambios revolucionarios operados con la primavera árabe. La causa palestina ha ido levantando cabeza al calor de este proceso.
El ataque israelí llega cuando los palestinos avanzan para conseguir su rol de observadores en la ONU, una jugada a la que se oponen Estados Unidos e Israel. El gobierno sionista llegó al extremo de amenazar con promover la destitución del primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, en caso de que prosperase la aprobación de dicha propuesta. La escalada militar contra Gaza es también un tiro por elevación contra Irán: Israel no oculta sus preparativos bélicos para atacarlo. Con estas nuevas matanzas, el Estado sionista quiere reafirmar su papel de gendarme del imperialismo en la región, a pesar de las convulsiones políticas y sociales planteadas por la revolución árabe.
Obama y Morsi
Obama ha declarado que “Israel tiene derecho a defenderse”, en un claro respaldo a su aliado. Pero, al mismo tiempo, está tratando de frenar una invasión terrestre.
Es que una incursión militar de esas características pondría en tela de juicio todo el armado político que trabajosamente Estados Unidos viene tejiendo de cara al nuevo escenario creado por la revolución árabe, y que tiene en Egipto y Turquía dos piezas principales. “Uno de los peligros de la crisis de Gaza, es el de que toda esa arquitectura de influencias en Oriente Próximo se le derrumbe a Obama si la escalada militar continúa hasta provocar una matanza de palestinos. Es muy difícil que el presidente norteamericano pudiera seguir contando con Morsi (presidente egipcio) si eso llega a producirse” (El País, 19/11).
El nuevo presidente egipcio, Mohamed Morsi, de la Hermandad Musulmana, está llamado a jugar un papel central en esta crisis. Obama se ha recostado en él en la búsqueda de una tregua y un compromiso en el conflicto. Morsi se mueve en un delicado equilibrio, que en cualquier momento se puede romper. Acaba de proclamar que “El Cairo no abandonará a Gaza a su suerte. El Egipto de hoy no es el Egipto de ayer”. A esto se agrega la visita a Gaza en estos días del primer ministro egipcio, Hisham Kandil, por instrucción del presidente Morsi, lo que representa un desafío a la política de bloqueo sionista-imperialista sobre Gaza, tras la victoria de Hamas en las elecciones de 2006. Pero, al mismo tiempo, Morsi se ha cuidado muy bien de preservar sus lazos con Occidente y reafirmar su respeto por los acuerdos de paz de Camp David, firmados por Hosni Murabak, su antecesor depuesto por la rebelión popular. Esos acuerdos cimentan el status quo que le asegura al sionismo el papel de gendarme del imperialismo en la región.
El líder egipcio, que ve en la crisis de Gaza la oportunidad de ganar un protagonismo en el escenario internacional, pondrá a prueba su capacidad de disciplinar a Hamas, encauzar la insurgencia palestina y evitar una desestabilización de la región.
Las reservas respecto de una invasión terrestre a Gaza provienen también del propio campo israelí. Todavía resuena en los oídos de la dirigencia el fracaso estrepitoso del ejército sionista en el Líbano, en el año 2006. “Natanyahu tiene encendida la alerta con la lección aprendida por sus predecesores en embarcarse en guerras innecesarias… La ofensiva del Líbano no sólo frustró los proyectos reeleccionistas del entonces primer ministro Ehud Olbert sino la pérdida de una alianza estratégica con Turquía” (The Economist, 20/11).
Por lo pronto, la prolongación del conflicto ha despertado una corriente de adhesión y simpatía entre los palestinos de Cisjordania, en la que Israel había logrado avanzar, estos últimos años, en un mayor control, apoyándose en el colaboracionismo del ala más contemporizadora del movimiento palestino, la Autoridad Nacional Palestina. “Inspirado en la lucha en Gaza, los choques entre los jóvenes palestinos y las fuerzas israelíes en Cisjordania se han incrementado en los días recientes (ídem).
Movilización internacional
Se acaba de firmar, como quedó dicho, un alto al fuego cuyo alcance se clarificará con el correr de los días.
Llamamos a repudiar esta nueva avanzada criminal del sionismo sobre la Franja de Gaza y reclamamos el retiro de las tropas israelíes de la frontera y el cese total e incondicional de los bombardeos, el fin del bloqueo y la libre circulación por las fronteras. Denunciamos la complicidad del imperialismo yanqui y manifestamos nuestra solidaridad incondicional con el pueblo palestino y su derecho a la autodeterminación. Hacemos una convocatoria a redoblar la movilización nacional e internacional y a derrotar esta nueva escalada.
Pablo Heller