El año electoral de 2013 debuta con una tasa de inflación del 30% anual y con una corrida contra el peso que refleja la presión de la burguesía en favor de una mega devaluación.
La disparada del dólar en el mercado paralelo ha dejado de ser ‘marginal’ o confinada a turistas, pues pasó a representar de cinco a cuarenta millones de dólares en algunas jornadas. La salida de capitales a través de la Bolsa, donde se mueven centenares de millones, cotiza el dólar a niveles similares al paralelo. El fundamento de esta corrida es la constatación de que el Banco Central no tendría reservas suficientes para hacerle frente. Otras manifestaciones fuertes de esa presión devaluatoria son la suspensión de operaciones por parte de la minera brasileña Vale do Río Doce, en el sur de Mendoza, y la retención de soja de exportación por parte de los capitalistas agrarios. Un parate exportador sellaría la suerte del peso. Incluso la ‘nacionalizada YPF pretende una devaluación de la moneda, porque esto aumentaría sus ingresos por exportación y colmaría, al menos en parte, el déficit que tiene de capital de trabajo y de inversión. Según el propio jefe de la Afip, las petroleras han dejado de exportar o están subfacturando las ventas (los dólares que retienen por esta vía son liquidados en el paralelo). Un allegado a los K, de la empresa de motos Zanello, acaba de declarar en el Cronista que “el costo laboral nos está matando”, en alusión a su equivalente en moneda extranjera. En este cuadro de conjunto se asienta la advertencia de un ‘Rodrigazo’. Un elemento adicional, aunque para nada menos importante, es la certeza de que a finales de mes saldrá un fallo desfavorable a Argentina en los tribunales de Nueva York, por la deuda que quedó fuera del canje. La factura, en este caso de 12 mil millones de dólares, es impagable. La deuda externa ha ingresado en su enésima crisis.
Las paritarias
Nada retrata mejor la crisis fiscal y financiera que la decisión del gobierno de insistir en la confiscación impositiva al salario, incluidas las asignaciones familiares. En el marco de esas detracciones (a las que hay que sumar impuestazos y tarifazos de todo tipo), la pretensión oficial de imponer un techo del 20% de aumento en los salarios ha puesto en crisis a las paritarias. El gobierno extorsiona a las burocracias sindicales a que se animen a declarar una huelga general. Estas burocracias tienen el ojo puesto en la corrida cambiaria, para determinar el momento en que la burguesía devaluacionista dé la orden de ir hasta el final. No es casual que Lescano, de Luz y Fuerza, esté insinuando una ruptura con la CGT oficial, aunque todavía más relevante es la salida de ella de la burocracia de la UTA, la cual está alineada con descaro en el bando macrista. El gobierno asiste impotente a esta ofensiva e incluso echa lastre frente a ella, como lo demuestra la autorización a las mineras para girar dividendos al exterior y la propuesta de reabrir el canje a los fondos buitres.
En lugar de preparar una huelga general contra los impuestazos al salario, en defensa de las paritarias y contra la devaluación del peso, Micheli -de la CTA-, acaba de anunciar una marcha para mediados de marzo. Sin embargo, sólo una huelga general puede hacer retroceder al gobierno en su política confiscatoria del salario y contra las paritarias. Es también la única vía real para quebrar la ofensiva devaluatoria de los capitalistas. Los sindicatos deberían presentar un plan alternativo a la devaluación, el cual debe arrancar por un control obrero generalizado de las grandes empresas, de los bancos y de los exportadores. Los puertos argentinos son un colador de la malversación del comercio exterior.
Las elecciones
Además de lo señalado, se observa una fractura del bloque empresarial oficial. Dos meses después de haber sido vendida al más K de los empresarios K (Cristóbal López), la mañana de Radio 10 organizó el lanzamiento político del tándem de Sergio Massa y Daniel Scioli, con vistas a suceder al kirchnerismo en 2015. Este binomio se perfila como el ‘plan B’ de cualquier salida: sea de la sucesión del cristinismo, sea de una fórmula de oposición. Scioli y Massa ya han demostrado que pueden trabajar para quien mejor les pague.
Pero la crisis nacional tiene en las provincias su centro principal y Buenos Aires está en primer lugar. Las escaramuzas entre los K y los Scioli se desarrollan sobre un Titanic, que puede hacer explotar a la provincia. Antes de fin de mes deberá quedar definida la paritaria docente y se verá quién -si CFK o Scioli- pestañea primero.
El proceso electoral de 2013 va atado a esta vasta crisis social y política. Una campaña electoral de la izquierda deberá ser, antes que nada, una campaña de clarificación de esta crisis, de definición de una salida política y programática, y de organización efectiva de los trabajadores con vistas a un plan de lucha de conjunto.
El desequilibrio económico descomunal, que se profundiza cada día, plantea un radical ajuste de las condiciones sociales. No es esto lo que está en disputa, sino qué clase social lo realiza y en beneficio de quién. El ajuste capitalista entrañará un ataque colosal contra los trabajadores, por lo que resulta necesario uno que haga pagar la crisis a los capitalistas, mediante el control obrero de la economía y la nacionalización de los sectores básicos, sin resarcimiento a los que han desplumado al país.
Acertadamente, desde finales de 2012, hemos lanzado la campaña electoral a través de nuestros candidatos principales. Este lanzamiento ha hecho las veces de delimitación política. El conjunto del Frente de Izquierda debe incorporarse a esta movilización y atraer a nuestro campo a nuevos sectores, los que se ven forzados a realinearse frente a la aceleración del proceso político. El derrumbe del régimen existente es evidente en todo el mundo -Grecia, España, Italia, Egipto- y la lista crece. La campaña de 2013 debe superar los límites electorales para transformarse en una batalla de poder.
Marcelo Ramal