Cuando todavía faltan un par de días para el cierre de inscripción de listas, es claro que las elecciones de medio turno de octubre se perfilan como una transición hacia el post kirchnerismo. La fractura parcial de los K encabezada por el intendente de Tigre, Sergio Massa, representa la tentativa más decidida de esa transición, debido a que arranca de una deserción de numerosos intendentes del oficialismo y acerca a otros del campo opositor, entre ellos, varios parlamentarios. Incluso no está claro si el frente de Massa concurrirá por afuera de los K o si participará en la propia interna del Frente para la Victoria. El kirchnerismo’ se separa del ‘cristinismo’ o, dicho de otro modo, el aparato pejotista oficial marginaliza a los arribistas de último momento del ‘campo nacional y popular’ y a los ‘talibanes’ que se cobijan debajo la falda presidencial. La intervención del Poder Judicial contra el voto del Consejo de la Magistratura y la reforma judicial es una expresión decidida de la intención de la burguesía de proceder a un cambio de frente.
La otra parte del paquete transicional está constituida por el sector de Scioli, el cual irá en el frente ‘cristinista’ de un modo ‘crítico’: de un lado, porque se asegura el control del Legislativo bonaerense, luego de negociar con la eminencia gris de CFK, el “Chino” Zanini; del otro lado, porque otro contingente del sciolismo hará causa común con De Narváez o con Massa. Los post kirchneristas tienen los huevos en canastas diferentes. Lo que la opinión pública advierte, con toda razón, como una manifestación de oportunismos y personalismos -sin otro alcance que ése-, se perfila igualmente como un proceso de selección del personal político y del programa de los sucesores del gobierno de la ‘década ganada’. La negociación del gobierno con Scioli demuestra que el oficialismo es también consciente del agotamiento del ‘modelo’. El objetivo final es reunir un frente que incluya a los gobernadores K, a los que rompieron con los K (como De la Sota y Peralta) y a los que siguen al ‘peronista disidente’ De Narváez. Claro que por ‘selección’ del personal debe entenderse una lucha despiadada por copar la parada. La transición política será un proceso de crisis política inigualable.
Los que pergeñan esta transición desde el ‘vientre materno’ (a diferencia de la ‘fecundación asistida’) esgrimen como programa una corrección de rumbo que no cancele la herencia ‘social’ de los K -no solamente en referencia a la ‘asignación por hijo’, sino incluso al desmantelamiento ‘gradual’ de los subsidios a la energía y al transporte. Los deberá ratificar en este rumbo la rebelión popular en Brasil contra el aumento de la tarifa del transporte y contra la corruptela que signa la preparación del Mundial de fútbol. En el paquete figuran también las paritarias controladas y un ‘pacto social’ con la burocracia de los sindicatos. El cambio de dirección se manifestará en el financiamiento de la economía, que se desplazará hacia un nuevo ciclo de endeudamiento externo. No es casual que algunos economistas opositores saluden el desdoblamiento cambiario que están armando Moreno-Kicillof a partir de los cedines -o sea una maxidevaluación del peso para favorecer el ingreso de capitales del exterior. No hace falta decir que la competencia entre varios mercados de cambio y la persistencia de déficits fiscales crecientes (financiados por la Anses) supondrán obstáculos fenomenales para retornar a los mercados de capitales internacionales. Desde hace varios meses, la tendencia del mercado internacional de capitales es hacia el repliegue de los llamados mercados emergentes, los que enfrentan ahora un endeudamiento público y privado muy elevado. Brasil, de nuevo, es un caso típico, porque tiene una colosal deuda pública y privada con el exterior y una deuda interna de las familias y consumidores aún mayor, al punto que sus intereses consumen el 35% de los ingresos de los hogares.
Los laterales
Las maniobras políticas que se acaban de describir explican la orientación ‘auto proclamatoria’ que ha emprendido el macrismo, para el cual los pejotistas reservan solamente un asiento secundario. Macri, por otra parte, no está interesado en transiciones ‘graduales’, porque sus intereses son los del capital bancario e inmobiliario, no la burguesía industrial y los grupos ascendentes de ésta. Las elecciones de octubre deberán determinar el peso relativo de unos y otros en el tablero político de la transición, incluida la posibilidad de una ruptura.
Los realineamientos políticos en la llamada derecha ayudan a entender el cambalache del centroizquierda. Este cambalache está directamente determinado por la transición al post kirchnerismo. Terragno, Prat Gay, Lousteau, Gil Lavedra representan el ala del cambio de rumbo, la devaluación y ‘el retorno a los mercados’, que busca en Solanas y Carrió el encubrimiento ‘progre’ y ‘transparente’ necesario a este operativo. Para Solanas y Carrió, es la única forma de entrar en las ‘grandes ligas’ de la sucesión capitalista al ‘modelo’ en ruinas. Es ‘interesante’ observar cómo el ‘convertible’ Terragno se ha convertido en devaluador; el 125 Lousteau, en vocero de los sojeros; el albacea de Amalita Fortabat y camarada de ruta de Cavallo, Prat Gay, en el socio ‘ideal’ de la víctima de la dictadura, Donda. En un marco político de dispersión inusitada, todos convergen a una sucesión que viene de la mano de la ‘normalización’ de la Argentina con el capital internacional.
Para los partidarios de la corrección de rumbo, la economía necesita solamente una ‘afinación’, ya que las perspectivas son ‘excelentes’. Las materias primas escasean -dicen- y los dólares sobran. Sólo hace falta ‘respetar’ al Poder Judicial y devolver credibilidad al IndeK. En realidad, Argentina atraviesa de nuevo por una crisis de pagos y un desequilibrio económico descomunales. La aparición de una moneda paralela dolarizada es una manifestación de la dislocación que provoca esa situación. La corrección de rumbo -o el salto en otra dirección- plantea un nuevo episodio de derrumbe económico.
Primarias
Lo que los políticos de la burguesía caracterizan como la necesidad de un ajuste, para la izquierda revolucionaria representa el ingreso en una etapa de mayores convulsiones económicas y políticas, la cual plantea de modo objetivo una salida anticapitalista. En la mayor parte de los terrenos en que se desenvuelve la lucha de clases, la tendencia a la izquierda es innegable. Es necesario traducirla al terreno electoral.
La parte más difícil de la lucha que se viene son las primarias, no las elecciones de octubre. En las primarias, el cambalache de centroizquierda encierra una incógnita que solamente será clarificada en el curso de la campaña. Es que si de un lado pondría de manifiesto ante el electorado popular su carácter oportunista y arribista, del otro podría arrastrar a tendencias contrapuestas del electorado a participar en función de hacer prevalecer a sus candidatos. El resultado de la interna podría decantar a una gran parte del electorado progresista hacia la izquierda pero, mientras tanto, le podría restar votos a la primaria del Frente de Izquierda. Esta contradicción plantea la necesidad de una campaña enérgica del Frente de Izquierda para que el electorado progresista participe de la primaria del Frente de Izquierda, y no de las internas de ‘Unen’ (que, en realidad, ya anunció el divorcio post electoral). Para el Frente de Izquierda, las primarias vuelven a ser un desafío debido a esta circunstancia y también al hecho de que en las primarias intervienen numerosos grupos que no tienen posibilidades ulteriores, pero que -mientras tanto- podrían sustraer decimales de votos, cada uno, al Frente de Izquierda, los que sumados serían porcentajes enteros. Estos grupos -una media docena- buscan subirse a la onda de izquierda abierta por nuestro Frente en 2011, con la finalidad clara de interrumpir la hegemonía del Frente en el campo de la izquierda. Estas consideraciones valen por sobre todo para el distrito porteño, menos para el bonaerense y mucho menos aun para, por ejemplo, Córdoba. Si superamos los obstáculos centrífugos de las primarias, las elecciones de octubre serán el escenario de un ascenso definitivo de la izquierda anticapitalista.
La campaña que iniciamos en un par de días más requiere de la mayor claridad de planteos, pero -por sobre todo- de una gran determinación en materia de trabajo y de organización. La claridad de los planteos se debe manifestar en la propaganda infatigable de nuestro programa frente al agravamiento de los problemas del pueblo como consecuencia de la bancarrota capitalista y del ‘modelo’ K -salario mínimo, jubilación, impuesto al salario, precarización laboral, derrumbe de la vivienda, el transporte (todo el medio urbano), la salud y la educación. Denunciar la devaluación de la moneda y la desorganización económica, impuesta por el pago de la deuda externa y por el gran capital. En materia práctica, necesitamos corresponsales en todos lados, que difundan la lucha que entablamos, en especial en las empresas; comités de apoyo, un fuerte comité de campaña para los que votan por primera vez, numerosos tribunos populares, la ayuda más elemental de los vecinos, para mantener abiertos los locales doce horas por día; un fuerte apoyo económico para los gastos de campaña.
La formación del Frente de Izquierda y de los Trabajadores permitió superar (al menos relativamente) el obstáculo del faccionalismo y la atomización. Ahora hay que dar, otra vez, la lucha por las primarias, para entrar a la batalla electoral fundamental de octubre.
Jorge Altamira