Los argentinos concurrirán a votar, el próximo 28, con una caracterización defectuosa de las elecciones. Algunos supondrán que son elecciones de "medio término" o parlamentarias, como dicen los De Narváez o Carrió e incluso Solanas y Sabbatella; y otros pensarán que son ‘testimoniales', como propagandiza el gobierno. Ni una cosa ni la otra. Los parlamentarios que se elijan saldrán de las urnas pintados, porque no podrán ejercer su mandato hasta marzo de 2010. El gobierno, por su lado, solamente conseguirá reunir, como máximo, un 35% de los votos, con lo que obtendrá el testimonio de que es una manifiesta minoría. La expresión que mejor define los comicios que vienen es una que está en boga por estos días: son "un recurso preventivo de crisis". Por un lado, fueron adelantadas (o, mejor, improvisadas) para apresurar los alineamientos políticos de cara a una acentuación de la crisis capitalista mundial en los países de América Latina; por el otro, son un remedo apresurado, de ningún modo una salida de conjunto. O sea que son la antesala de una acentuación de la crisis política.
El fantasma de la nacionalización
Los síntomas precursores están a la vista. Una parte del gobierno y gran parte de la oposición no dejan pasar un día sin reclamar la devaluación del peso, a pesar de que esa devaluación ya está en curso de varias maneras: por un lado, el Banco Central devalúa de a poco; por el otro, el peso acompaña al dólar, que se está devaluando frente a las principales monedas, incluso el real brasileño. La totalidad de las cámaras patronales, por su parte, se ha volcado a una movilización general para advertir contra probables nacionalizaciones de empresas en Argentina, en línea con lo ocurrido con las AFJP. Sabe, por supuesto, que el gobierno está en el rescate de los capitalistas, no en expropiarlos, como lo demuestra el uso de los fondos de la Anses para pagar la deuda externa o prestarle a los pulpos de la industria automotriz e incluso a los bancos, con planes para viviendas, automóviles y aparatos domésticos. Pero sospecha que la crisis capitalista puede forzar a los Estados a ir más lejos de lo que tienen previsto si se enfrentaran a conflictos sociales agudos, provocados por despidos masivos y suspensiones. Moyano y el ‘metalúrgico' Caló pueden despotricar contra las nacionalizaciones de Chávez a las empresas de Techint, pero aquí, en Argentina, la UOM no ha conseguido aún cerrar la paritaria metalúrgica ni disipar el estallido de un conflicto agudo en Siderar, de Techint precisamente, donde se están cocinando despidos masivos. Después de todo, Chávez sólo salió a nacionalizar cuando fracasó en todas sus tentativas para contener los reclamos de los obreros de Sidor, de Techint, en abril del año pasado. Está claro, entonces, que las elecciones son una suerte de ‘recurso preventivo de crisis' o el ‘ingreso a un proceso de bancarrota', o sea que inauguran una etapa de confrontaciones en gran escala. Lo ocurrido el lunes pasado, en la fábrica del vidrio Cive, en Córdoba, es premonitorio: una masa solidaria se metió en la planta para unirse a los obreros y expulsar a la intervención judicial que había decidido restituirla a la patronal vaciadora.
Polarización residual
Un cuadro general de este tipo debería expresarse en una confrontación política y en una confrontación electoral donde la izquierda fuera uno de los polos de la confrontación. Pero ocurre lo contrario: la oposición al kirchnerismo está encarnada por la derecha. El gobierno alimenta todos los días esta clase de confrontación: pretende presentarse como un obstáculo a la ‘restauración conservadora'. Se trata, por supuesto, de una polarización residual, que viene del choque, el año pasado, por las retenciones a la soja. La crisis agraria ha entrado ahora en una nueva fase, debido a la implacable caída del comercio internacional. Sin embargo, el ‘conflicto del campo' ha deformado el cuadro de las elecciones - entre otras cosas porque la mayor parte del centroizquierda y la izquierda democratizante se alinearon con uno de los dos bloques patronales en pugna, preferentemente con los sojeros. El impacto de la crisis mundial en la clase obrera y, en general, entre las masas no ha servido todavía para revertir esta situación. Precisamente para impedir que eso ocurra se han adelantado las elecciones. Lo que el ‘recurso preventivo de crisis' no puede impedir, sin embargo, es que aprovechemos la campaña electoral para clarificar la bancarrota capitalista, denunciar que el gobierno la descarga sobre los trabajadores (más allá de sus intentos de contención, que se hacen a expensas del dinero de las masas) y preparar a los explotados y a nosotros mismos para la etapa siguiente.
De una manera general, la oposición oficial al kirchnerismo se la ha pasado, como se dice ahora, vendiendo la piel del oso antes de haberlo cazado. Viene rumiando desde hace un año con el tema del pos-kirchnerismo. Sin embargo, de acuerdo con las encuestas, no le gana en la provincia de Buenos Aires. Además, viene exhibiendo una división cada vez mayor, lo que la invalida, objetivamente, como alternativa de poder. Las pujas entre Solá y De Narváez, entre Alfonsín y Stolbitzer, entre Carrió y Cobos crecen todos los días. Por otra parte, son bloques de oposición localizados (y fragmentados) en algunas provincias; no tienen presencia nacional. El pos-kirchnerismo está cantado, pero no hay nada que diga que lo hereden sus oráculos. El resultado electoral dejará en pie tres bloques capitalistas minoritarios y fragmentados, que no tendrán expresión parlamentaria hasta que se inaugure el período 2010. Todas las contradicciones de la situación actual y del régimen político se acabarán coagulando a partir del lunes 29.
Las elecciones, un prólogo
El objetivo principal de nuestra campaña electoral es desarrollar entre los obreros y luchadores más avanzados una comprensión adecuada de la realidad política en curso (que se caracteriza por la bancarrota capitalista y la descomposición de los regímenes políticos en presencia (y en nuestro país por una creciente belicosidad de la clase obrera) y, a partir de ella, ganarlos para un trabajo metódico y organizado de conformación de una oposición socialista y revolucionaria al régimen existente, en manifiesta descomposición. En este sentido, el plano de la izquierda se encuentra perfectamente definido. Por un lado, los Sabbatella y Solanas son colectoras políticas de la clase dominante. Cada uno a su modo trata de devolverle la vida a una suerte de Frepaso y, con ello, plantear alternativas inviables en el marco capitalista. Por otro lado, la vieja izquierda que se une es hoy necrología, vulgares seguidistas de los intereses capitalistas y de sus politiqueros. Desarrollar una alternativa de izquierda pasa por completo por el voto al Partido Obrero.
Jorge Altamira