Los capitalistas y funcionarios acaban de “descubrir” la carestía, pero la carne, la leche, los quesos o el pollo registraron aumentos del 20 al 30% en los últimos sesenta días. El crecimiento de la inflación viene en ascenso desde 2005. Durante 2009, las tarifas y combustibles –que inciden en toda la cadena de precios– tuvieron aumentos exorbitantes. El gas oil, utilizado en los fletes de productos, aumentó un 36%. Las tarifas eléctricas o de gas para usos industriales lo hicieron en un 20 a un 25%. Los monopolios del comercio o la industria trasladan directamente esos aumentos al precio de sus productos. El aumento de estas tarifas es el resultado de la reducción de los subsidios oficiales. Directa o indirectamente, los consumidores pagan a los pulpos de la energía lo que éstos recibían del fisco. La bancarrota fiscal de los K es pagado por los trabajadores.
La inflación está empujada, también, por las tasas astronómicas de interés, que es también el resultado de la bancarrota del Estado, que financia el pago de la deuda pagando intereses usurarios. Esta carga va a parar al precio final de los electrodomésticos, la indumentaria o, incluso, los alimentos, en el caso de los supermercados.
La carne
Los ganaderos ya han advertido que los aumentos de la carne “llegaron para quedarse”. El vicepresidente de Carbap los justificó porque “el costo de oportunidad (rendimiento económico) del cultivo de la soja es inigualable”. Lo había ‘pronosticado’ De Angeli: “si quieren lomo, que paguen 80 pesos”. El esquema de controles de precios, cuotas de exportación y subsidios se ha venido abajo. La reducción de subsidios ha disminuido la producción intensiva y subsidiada de vacunos en corrales. Boudou justificó la carestía como un “reacomodamiento de precios”. Llambías, el jefe de las CRA, señaló que “el Estado debe asegurar un consumo de proteínas mínimo para la población necesitada” y “liberar el resto de la producción cárnica”. Los cortes “regulados” abundan en hueso y son los de menor rendimiento para la mesa familiar. Si avanzan en este acuerdo, los “nacionales” y los “oligarcas” habrán asestado otro golpe a las posibilidades alimentarias de los trabajadores.
El único “control de precios” vigente
El “reacomodamiento” de precios está lejos de haber concluido. El presupuesto diseñado para este año reduce los subsidios tarifarios en un 14%, o sea que plantea nuevos aumentos en los combustibles, la electricidad o el transporte. La preocupación de los capitalistas es controlar el único precio que les importa: el de la fuerza de trabajo, los salarios, que pretenden someter a “controles”. Aníbal Fernández responsabilizó por la inflación al “subsidio universal por hijo”, que no representa más que el 2% del consumo del país. Los K condenan ahora el subsidio miserable con el que hicieron autobombo durante varios meses.
Después del derrumbe de los controles oficiales, el combate a la inflación plantea la apertura de los libros de los pulpos agropecuarios, industriales e hipermercados; impuestos progresivos a toda la cadena de producción agrícola y ganadera y, en primer lugar, a la propiedad del suelo, cuyo valor real es sesenta veces mayor que el valor fiscal; por la nacionalización de la banca y el comercio exterior, para impulsar una reorganización industrial y agraria de acuerdo a los intereses de la mayoría nacional.
Defendamos, por sobre todas las cosas, el salario: vigencia irrestricta de las paritarias; por paritarios electos en asamblea; el ajuste con la inflación pasada y la indexación mensual de los salarios están a la orden del día.
Marcelo Ramal