29 de junio de 2010

Qué significa la castración química

Los ataques sexuales no se evitan con hormonas

Después de que otra adolescente fuera violada, el gobierno mendocino de Celso Jaque adelantó la aplicación de la castración química –dosis masivas de inhibidores sexuales– a condenados por ese tipo de delitos. La medida es extorsiva, aunque diga que su aplicación depende de la voluntad de los condenados, ya que los que no se sometan a la castración “perderán beneficios tales como indultos, conmutación y rebaja de penas” (La Nación, 16/3). Jaque dijo que así evitaría la reincidencia, habitual entre los delincuentes sexuales. Sin embargo, su comité de expertos reconoció que si se suspende la medicación 15 días se anulan sus efectos. Y, una vez que cumplió la condena, ninguna persona puede ser obligada a continuar con el tratamiento.

Los jueces de la Suprema Corte provincial Jorge Nanclares y Aída Kemelmajer, como también numerosos juristas, dijeron que es inconstitucional y que viola los tratados contra la tortura (Diario Uno, 10/9).

La castración química se aplica en Alemania y Polonia; en Francia, a título experimental; en España y Dinamarca si el preso la solicita. Varios estados norteamericanos castran compulsivamente a todo reincidente. Sin embargo, en ningún lado disminuyen ni los crímenes sexuales ni la reincidencia. Por el contrario, las asociaciones de víctimas de Estados Unidos afirman que los reclusos salieron más “nerviosos y peligrosos” y que, en muchos casos, el siguiente ataque incluyó el asesinato de la víctima. “Actúan con más agresividad contra las mujeres porque las culpan de no tener una erección normal”, lo que es provocado por la castración química, explican.

Los ataques sexuales son la primera causa de prisión en Francia (24% de la población carcelaria). Entre 1995 y 2004, aumentaron el 105,6%. La afirmación de que los violadores son irrecuperables es también osada. ¿Qué hace el Estado para “recuperarlos”? A unos les garantiza impunidad. A otros los encierra en cárceles donde son violados repetidamente.

Un régimen de violencia

Una teoría afirma que los violadores replican una primera experiencia de abuso infantil. Esto despoja al asunto de su carácter social y lo vuelve un problema individual de estructura psíquica. No explica por qué, a pesar de que las más abusadas son las niñas, casi no existen mujeres que violen. Oculta que el primer abuso se actualiza sin fin en un régimen que legitima infinidad de violencias.

María Elena Leuzzi, de Ayuda a Víctimas de Violación (Avivi), señala que “la castración no es ninguna solución porque el violador busca su placer en el sometimiento, lo que no haga con su miembro lo hará con un objeto”. Bajo el capitalismo, los hombres –explotados y no explotados– son formados en la idea de que las mujeres/los chicos/los más débiles son seres inferiores sobre los que tienen derecho. Los violadores encarnan un extremo de esa relación social. La violación no es una forma patológica del erotismo. Es una forma extrema de la violencia, de ejercer poder sobre el más débil. Algo que los poderosos ejercen –en forma más o menos disimulada– contra las mujeres, los chicos, los viejos, los pobres y cualquiera que en la jerarquía social se considere inferior. La violación y el abuso espantan, entre otras razones, porque desnaturalizan brutalmente –hacen visible– opresiones que se esfuerzan en disimular.

Por eso, la violencia sexual formó parte de todos los sistemas de clase y es indisociable del capitalismo. Castrar a los violadores sólo sirve para avanzar sobre los derechos democráticos de la población. La mejor prevención de los delitos sexuales es una educación sexual, impartida desde la primera infancia, y la lucha por construir una sociedad donde mujeres y chicos no sean doblemente oprimidos.

Olga Cristóbal