23 de marzo de 2011

La culpa no la tiene el 'exhorto'

No hay dos sin tres, dice el mito popular. Luego de los ‘paros' fogoneados por Pedraza y por Venegas -los dos para zafar, por distintas circunstancias, del encierro-, el jueves pasado se anunció la ‘gran Moyano': un multiparo del transporte para esquivar una conspiración que el jefe de la CGT vislumbraba que podía ponerlo a él en la misma situación de los otros dos. Moyano interpretó que una solicitud de informes de la justicia suiza, rápidamente diligenciada por el canciller Twitterman, iba por su cabeza, en vinculación con los negocios de la recolección de basura que opera su tercerizada Covelia. Moyano se encuentra comprometido, además, en la investigación judicial por los medicamentos truchos y por el desvío de fondos de las obras sociales. Todo reunido, Moyano y su cohorte caracterizaron que había una movida en su contra de parte de su propio gobierno, la cual debía contrarrestar con un paro general y una marcha a la Casa Rosada. El país -que ya vio de todo y de lo que todavía hay para ver- iba a enfrentar un paro que no era para defender a los trabajadores, sino a los intereses privados y patronales de la burocracia sindical. El intento de pseudo-golpe de Estado que atribuimos en su momento a los ‘piquetes' de Venegas contra el juez Oyarbide, ahora se ensayaba en mucho mayor escala desde uno de los riñones del gobierno. Además de secretario general de la CGT, Moyano es el vice del PJ nacional y presidente del bonaerense. El escenario lucía como una reposición de los '70, cuando la llamada ‘patria sindical' volteaba gobernadores a fuerza de presiones ‘civiles'. En medio del jolgorio oficialista por la victoria en Catamarca, el asunto venía a recordar que el gobierno CFK se asienta sobre una alianza política envuelta en contradicciones mortales, que estalla con más frecuencia a su paso.

El gobierno nacional, como ya ocurriera con Venegas, reculó con disimulo luego de unas negociaciones de Moyano con De Vido. La Presidenta sancionó el acuerdo -cuyos términos se desconocen- con un grito de guerra achicado: "no nos dividirán", proclamó ante un Scioli que había recobrado la sonrisa. El mensaje para los ‘cristinistas' fue claro: la victoria del ‘proyecto' requiere tragarse unos sapos enormes, o sea que hay que proteger al aparato sindical. Se confirmaba, de este modo, una ‘predicción' de un columnista de Tiempo Argentino, empleado de Madres, que había pronosticado una reacción ‘a la Moyano' si el gobierno echaba a la camarilla de Pedraza del gobierno, como desafiaba el Partido Obrero. En realidad, desmentía esa ‘predicción' porque el gobierno está sufriendo estos resultados no por haber roto con la burocracia sino por lo contrario, como consecuencia de su política de salvataje de las camarillas sindicales. El desenlace momentáneo del conflicto aportó, de todos modos, mucho más, porque puso en evidencia una fractura de la alianza moyanista en la CGT: Smata, Uocra y otros acompañaron solamente a la distancia. El ‘paro' de Moyano, como en su momento la semana santa golpista del entonces teniente coronel Rico, no tenía posibilidades ni asidero.

Los sucesos relatados tuvieron que esperar la llegada del fin de semana para encontrar otra interpretación -de la mano de Verbitsky. El escribano oficialista aseguró que Moyano no tenía nada que temer del gobierno, el cual de inmediato decidió rechazar el ‘exhorto' suizo por defectos de forma. Lo ocurrido era sí una conspiración, pero de la derecha internacional contra el gobierno K. Frente a esto, se imponía más que nunca la unidad. Verbitsky comenzó a divagar sobre una ex jueza penal internacional, la suiza Carla del Ponte, quien, sin embargo, figuraba como emblema del ‘garantismo' internacional por haber llevado a juicio al serbio Milosevic y dejado de lado al masacrador Clinton, que había ordenado el bombardeo de Yugoslavia -como lo hace ahora Obama con Libia. Si se acepta esta interpretación, ‘la derecha' aprieta a CFK por donde luce más vulnerable: los negocios de la burocracia, la corruptela, el latrocinio, el lavado de dinero. Esta versión explicaría el faltazo de Obama en su gira por Sudamérica y el ‘incidente' con el avión policial de Estados Unidos. En lugar de una crisis de la burocracia con el gobierno, tendríamos dos -la otra, cada vez más aguda, con la ‘derecha' internacional. Para conjurar estos designios, el gobierno K encubre las fechorías de la burocracia sindical. No cabe ya ninguna duda de que el crimen político contra nuestro compañero Mariano Ferreyra ha marcado una divisoria de etapas y ha señalado un período de crisis -e incluso de derrumbe- de la burocracia sindical.

La expulsión de la burocracia empresarial o patronal de los sindicatos no será, sin embargo, el resultado final de los procesos judiciales. Solamente puede serlo de la pelea consecuente de los luchadores obreros; nadie puede resolver esta tarea fuera de ellos.

La campaña electoral de 2011 no comienza signada por los resultados contradictorios de algunas provincias, sino por el desarrollo de una tendencia fuerte a la fractura del aparato oficial. El ritmo y vaivenes de este proceso dependerá de la marcha de la crisis económica (inflación, tendencia a la fuga de capitales) y de las luchas sociales y políticas correspondientes. A la luz de esta perspectiva, los trabajadores enfrentan el peligro de que la burocracia sacrifique los reclamos paritarios para salvar su pellejo y no al revés -como opinan algunos comentaristas- que la burocracia incentive los reclamos paritarios para negociar un salvoconducto oficial para sus delitos.

La culpa no la tiene el ‘exhorto' suizo (¿qué culpa tiene el tomate?, dice la canción), sino las contradicciones insalvables de la experiencia kirchnerista, la cual ya ha transitado por numerosos experimentos políticos para ir tirando -desde la alianza con Duhalde, luego con los radicales K, más tarde con la refundación del pejotismo y ahora con el ‘cristinismo'. El ‘proyecto' es una nebulosa de contenido capitalista que se fagocita a sí misma.

Jorge Altamira