Más que dar inicio a la campaña electoral, el "operativo clamor" en favor de la candidatura de Cristina K -lanzado desde la ex De la Rúa, Débora Giorgi, hasta Patricio Echegaray- es un puntapié para la gran disputa. El cuento de la Presidenta como ‘candidata natural' y prenda de unidad escamotea una realidad de disputas internas, que en el límite compromete esa candidatura o la posibilidad de escapar a la fatal segunda vuelta.
La "proclamación" de CFK ha sido, por parte de quienes la lanzaron, un recurso para socavar la candidatura de Scioli en la provincia de Buenos Aires. Sabbatella, un cristinista, le podría sacar a Scioli los votos que necesita para evitar la victoria de De Narváez. Si ‘lo peor le gana a lo mejor' -fantasean los sabbatellistas- quizá tenemos una chance en 2015. Otro socavamiento contra Scioli lo han emprendido los ‘movimiento sociales' -como los punteros de la Evita, que reclaman para sí la candidatura a la vicegobernación, algo que también reclama Moyano para los suyos. En este ‘trabajo' de pinzas contra Scioli, la lucha contra el ‘enemigo principal' -De Narváez, Duhalde- se ha ido por el inodoro. Los ‘progres' bonaerenses prefieren asegurarse algunas bancas aunque el kirchnerismo pierda la provincia. Este bloque ‘destituyente' dentro del kirchnerismo está animado por la camarilla del desinformador Verbitsky, el cual gozaría del oído vespertino de la Presidenta según otro ‘desinformador' -en este caso, Clarín. Lo único que podría llevar a Scioli a disputar la presidencia sería la convicción de que los K lo quieren hundir en la provincia -de ahí las conjeturas de la prensa sobre su candidatura a Presidente, en cuyo caso acabaría en un frente con De Narváez y hasta Duhalde. El gobernador ha quedado en la "reserva" para el cargo máximo, a la espera del ‘operativo clamor' de los intendentes si estos vieran que los arreglos electorales del ‘cristinismo' pudieran comprometer sus feudos. Ya han demostrado su predisposición a la pelea en la oposición que ofrecen a la posibilidad de las colectoras -un artificio de los ‘progres' para ir colgados de la candidatura de CFK en perjuicio del PJ y sus lugartenientes. La "indiscutible" candidatura de Cristina, por lo tanto, es un plazo fijo que se renueva mes a mes. Sea como fuere, el kirchnerismo tiene fecha de vencimiento, porque deja como herederos a la cofradía de gobernadores pejotistas, que supuestamente había venido a superar. La escisión de las candidaturas oficiales no es solamente bonaerense: en la Capital, Moyano acaba de ungir a Boudou, en abierta competencia con Filmus.
Los Scioli, el aparato de intendentes y Moyano ocupan, en la disputa electoral, el lugar que detentan los Pedraza y Maturano en la crisis ferroviaria; los cristinistas son solamente sus alcahuetes intelectuales o ideológicos. Los Sabbatella, D'Elía o "Carta Abierta" son, para los K, una moneda de cambio en sus negociaciones con el aparato de punteros.
La oposición
Los desacomodos opositores no tienen nada que envidiarle al gobierno. El radicalismo realizará una interna presidencial adelantada a las "internas abiertas y obligatorias", o sea que quieren tener un candidato a corto plazo. En la interna previa de los radicales, Alfonsín va a competir con Sanz, quien cuenta con apoyos empresariales y de buena parte de los punteros que estaban con Cobos. Binner y Stolbizer ya confirmaron que seguirán en el "frente progresista", en caso de que Sanz gane la interna. Como antecedente de ello, el GEN catamarqueño participa del bloque que va por la re-reelección de Brizuela del Moral, el radical que gobierna como agente de los pulpos mineros.
La interna previa, sin embargo, no le servirá a este bloque para cerrar su discusión de candidaturas. Cobos se ha reservado para la "interna abierta" de agosto. El peronismo federal también quiso concretar su propia interna adelantada, pero la propuesta sólo consiguió agravar las disidencias entre Solá y Das Neves, por un lado, y Duhalde, por el otro. La suerte de los federales está echada a dos variantes: o se "salvan" con una crisis del kirchnerismo, que coloque a Scioli a la cabeza de la sucesión y los integre a sus listas, o sellan una alianza con Macri. La circulación de los "federales", desde el oficialismo al macrismo, demuestra hasta qué punto son endebles las fronteras sociales y políticas que separan a los bloques capitalistas que pretenden dirimir las presidenciales.
El telón de fondo
Las diferencias programáticas entre el oficialismo y la oposición son ínfimas. Un reciente reportaje a Duhalde mostró que no tiene diferencias con los K, incluso en los temas más calientes para la burguesía, como las retenciones al agro o el aumento de tarifas de energía, ni qué hablar del pago de la deuda con reservas. La pelea por la inflación es para las tribunas, como lo muestra el hecho de que se ha convertido en un tema indomable para todas las llamadas naciones emergentes como consecuencia de la inundación del mercado mundial con dólares fabricados en USA. La diferencia fundamental es de alineamientos políticos, debido a la intención -definitivamente imposible- por parte del kirchnerismo, de pautar su propia sucesión, a costa de una guerrilla sistemática contra la oposición de turno. Es precisamente lo que divide al kirchnerismo por adentro, como lo muestra la crisis política con las candidaturas bonaerenses. Tomados en su conjunto, oficialismo y oposición no tienen un programa para enfrentar la crisis mundial, a la cual responden día a día. Los K repiten cuando pueden que gozan de una completa autonomía política, pero se ven forzados a acumular billetes norteamericanos al ritmo que impone Estados Unidos, para quedarse sin billetes propios debido a la inflación que genera lo primero. El desasosiego y las disputas que reinan en el campo burgués expresan la tensión de la crisis mundial. Aunque las elecciones de 2011 se presentan como una pelea por la sucesión, ello sólo corresponde a la superficie de los hechos. La disputa expresa una crisis de fondo, que es resultado del derrumbe del programa económico oficial. La posibilidad de compensar con subsidios el aumento colosal de los precios internacionales de materias primas y combustibles, que es un resultado de la desvalorización del dólar y de la nueva oleada especulativa de la crisis mundial; en definitiva, el temor de rebeliones como en Chile o Bolivia, o como en Túnez. El propio Chávez se ha visto obligado a recular de tres medidas fundamentales: el aumento del IVA, la ley universitaria y la ley que le otorga superpoderes.
Los choques sociales que emergen de esta crisis no necesitan ser pronosticados. Ya se expresaron en el conflicto de los tercerizados ferroviarios, en la crisis de vivienda y las ocupaciones de tierras. Esas luchas han sido aleccionadoras. Si algo puede decirse de Solanas y de Proyecto Sur, es su completa ausencia en estas crisis y en estas luchas, una parálisis que se acentúa por el estado de disolución de la CTA. Después de tantas denuncias sobre el ferrocarril, Solanas se llamó a silencio cuando la clase obrera se puso al frente de la lucha y la denuncia del entramado corrupto de las privatizaciones. En este proceso, el Partido Obrero desarrolló una lucha tenaz, en todos los planos, contra el gobierno nacionalista y sus compromisos con los tercerizadores, los Macri y el capital financiero. Lo que se ha expresado, en definitiva, es una batalla por la independencia política de los trabajadores, que va a marcar también el contenido de la campaña electoral del Partido Obrero.
Marcelo Ramal