17 de febrero de 2011

"Obama o Cristina"

No pasaron más que algunas semanas desde que la secretaria norteamericana Hillary Clinton agradeciera a CFK su reacción discreta frente a las revelaciones de WikiLeaks, que mostraban la injerencia de la embajada de Estados Unidos en los asuntos políticos de Argentina. La Presidenta debió haber creído entonces que su gesto había ‘comprado' la neutralidad del matón del norte frente a las elecciones nacionales de octubre próximo. Los mentideros yanquis habían alimentado esa ficción con la interpretación de que "CFK no es Néstor", aludiendo a una tendencia de la Presidenta a la contemporización. El anuncio, por parte de Obama, en la sesión de apertura del Congreso norteamericano, de que pasaría por Brasil y Chile, y esquivaría a Argentina, la devolvió, sin embargo, a la realidad: los yanquis quieren un cambio de gobierno en las orillas occidentales del Plata. Los mismos voceros del gobierno norteamericano avalaron esta interpretación cuando dijeron que Obama no quería venir a Argentina en un año electoral. No es un problema ‘ideológico' lo que está en juego, como lo prueba la visita que tiene planeada Obama, en esa misma gira, a El Salvador, cuyo presidente es un camarada de ruta proyanqui del FMLN, o a la ex guerrillera Dilma Roussef. Luego de haber defendido con éxito el golpe de Estado en Honduras, el gobierno norteamericano logró que el colombiano Santos impusiera a Chávez un cordón de seguridad en la frontera que ya redundó en la extradición de varios guerrilleros de las Farc, y aún más con el ecuatoriano Correa, que tiene un verdadero pacto militar con su par colombiano. Todo esto ha tenido lugar sin afectar al Plan Colombia, como se llama la penetración político-militar que esgrime como pretexto el combate al narcotráfico. Ahora se prevé extender este plan a México. En las recientes elecciones en Venezuela, el establishment yanqui se entusiasmó con la victoria electoral de la oposición ‘escuálida'. La Argentina K, que navega entre las aguas del Alba chavista y los acuerdos con el imperialismo yanqui y el capital financiero internacional, aparece como el ‘eslabón más débil' de los gobiernos que tienen roces con el gobierno norteamericano -incluso después de la partida de Bush. El esfuerzo que deben hacer los yanquis para quitárselo de encima no es mucho, pues les alcanza que los K no ganen en primera vuelta. Esto explica las tiradas del ministro más proyanqui del gabinete, Héctor "Twitterman", contra el entrenamiento de la seguridad argentina por parte de los servicios yanquis y el ‘incidente' del avión.

Llama la atención que los comentaristas políticos no hayan considerado la ligazón entre la decisión del gobierno de declarar un conflicto con su par de Estados Unidos por la incautación del material no declarado en el avión norteamericano, con el asunto del contrabando de cocaína de ex miembros de la fuerza aérea argentina que fue develado en España. Ocurre que mientras la Justicia de España tiene distanciado al gobierno de Argentina de la investigación, no ocurre lo mismo con la DEA o con el FBI, para quienes no parece regir el secreto del sumario. Se podría sospechar o suponer que el gobierno de CFK espera alguna ‘sorpresa' por este lado, con implicancias en la perspectiva electoral. Las andanzas de Twitterman podrían interpretarse, entonces, como una apertura preventiva del paraguas. El experto internacional Gabriel Tokatlian, describió en Clarín el descontento de Estados Unidos con la posición de Argentina de no implicar a las fuerzas armadas en operaciones contra el narcotráfico, pero no menciona que en Madrid se está ventilando la operación inversa: una implicancia de militares de Argentina con el negociado de estupefacientes. En su momento, Chávez echó a la DEA, el organismo de combate al narcotráfico de Estados Unidos; los K responden al acoso norteamericano sobre el mismo tema desde una posición más módica -con una incautación de material. Todo indica que los tribunales ocuparán un lugar más relevante que la televisión en la próxima campaña electoral, a pesar -incluso- de la ley de medios.

Todo este escenario no alcanza, sin embargo, para rebobinar un escenario de Braden o Perón, simplemente por la enorme atadura que tienen la burguesía criolla y el gobierno K con el imperialismo yanqui y el capital financiero internacional. Una campaña electoral con el lema Obama o Cristina tendría que apoyarse en hechos, como el retiro de las tropas argentinas de Haití, la ruptura de las operaciones conjuntas de entrenamiento con el Comando sur del Pentágono, la anulación de la ley antiterrorista -y, por último, la disposición a tomar medidas económicas contra el capital financiero, ya que la respuesta a esta crisis de parte del capital mundial y de sus Estados sería una fuga de capitales aún mayor que la que está ocurriendo en este mismo momento. Ni la burguesía K, que ha salido presurosa a endeudarse en el exterior, para aprovechar el diferencial entre las tasas de interés que se pagan afuera y la tasa de beneficios que se obtiene adentro, respaldaría un choque con el imperialismo; sería la gota que la empujaría al campo opositor. Esto explica la firmeza de la oposición para defender la versión mentirosa de los yanquis sobre el contrabando de equipos sensibles en el avión incautado, con la excepción limitada de Ricardo Alfonsín. Como nos tiene habituado el nacionalismo burgués criollo, detrás de los gritos histéricos del canciller, y ni qué decir del jefe de Gabinete, se esconde un apasionado deseo de compromiso, o sea de capitulación. El compromiso reforzará la convicción del matón del norte de que podría poner a su pollo en octubre, se llame Macri, Duhalde o Sanz -un triángulo de mediocridades.

A partir de esta caracterización, llamamos a acentuar la denuncia de la penetración norteamericana en los servicios de seguridad y en el Estado argentino, y a reclamar la expulsión de todas las misiones que operan aquí y la ruptura de la colaboración política internacional con el imperialismo yanqui. Sobre esta base llamamos, por sobre todo, a desarrollar un polo político independiente de los trabajadores, advirtiendo que la más mínima confianza en el gobierno y en los K en general, es una vía segura para la derrota.


J. A.