La CGT, de la 9 de Julio al pacto con la UIA
La convocatoria presidencial a la CGT y a la UIA intentará otro pacto social, por tercera vez. Seguramente fracasará nuevamente. Por lo pronto, el que sí se firmó fue el de petroleros -"los mato si cortan una ruta"-, el cual derivó en la mayor huelga obrera de la etapa, contra todo pacto social, contra la conciliación obligatoria y contra un burócrata hiperkirchnerista.
Van por la foto y objetivos más modestos e inmediatos. Estamos en un año de aguda inflación y elecciones -el escenario más difícil para un pacto social, lo cual es sabido por la Presidenta. La convocatoria tiene un propósito definido: establecer una colaboración estratégica en las paritarias entre el gobierno, la UIA y la CGT, explotando las necesidades de la burocracia sindical en su conjunto -está acosada por las causas penales, por un lado, y por las tendencias de lucha y el clasismo emergente en el movimiento obrero, por el otro.
El gobierno viene de intervenir el sindicato petrolero, en condiciones frágiles, aceptando una comisión provisoria de asamblea que resolvió que los paritarios sean designados por la asamblea. Bancarios le paró contra la conciliación obligatoria con un artilugio.
Tomada reaccionó como un gobierno gorila: multó a La Bancaria con 5.000 pesos por cada huelguista. Esto supera los 55 millones de Macri al cuerpo de delegados del Colón -monetaria y políticamente. Tal vez no lo aplique nunca, porque la burocracia del líder preso quizás arrugue en toda la línea, pero vale la intención y el precedente, para el conjunto del movimiento obrero.
El punto es que un sindicato industrial como la alimentación está pidiendo el 40%, después de que el año pasado, luego de cuotas, obtuvo el 35%. Se trata de un gremio que viene de la gran huelga cordobesa de 2010, con internas opositoras en Buenos Aires y donde la base pugna por un modesto básico de 4.000 pesos, sólo que ese básico implica un salto enorme. La situación es un llamado de atención a los cuerpos de delegados para desatar un movimiento fabril que condicione la paritaria, para llevar sus objetivos hasta el final.
Otro frente de tormenta es la UOM. La paritaria está empantanada y en el congreso de Mar del Plata resonaron -como nunca y en un ámbito recontrafiltrado- los reclamos de plan de lucha y las reivindicaciones.
El nudo de la cosa es que el "cristinismo" apunta a garantizarle techos a la patronal privada, incluso por debajo de los propios aumentos del Estado nacional. Fijémonos. En ferroviarios dieron un 23%, que con negros se estira a 28%; en una cuota, todo de la caja central. En la docencia universitaria un 24%, con promesa verbal de otro 4% para disimular el tope.
¿Disimular ante quién? Ante las patronales que recibieron el regalito del 24% en cuotas, por un año y medio, del mismo Moyano en el decisivo convenio camionero. En ese, también hay "algo más", pero muy poco, apenas un viático en las vacaciones.
Cristina en esta fase final, antes de la proclamación de candidatura, está buscando un liderazgo empresarial y mostrar ante el país que tiene cortita a la burocracia y al movimiento obrero -todo lo cual va contra el salario de los trabajadores.
En petroleros retrocedieron apenas en un 10% más de lo anteriormente firmado, pero es plata y a un costo político-sindical enorme. La curtida clase obrera patagónica marcó el camino, pero con la mitad de ese camino pegamos un gran salto en todos los gremios. Vamos con las asambleas por abajo. Con los mandatos por 4 y 5 mil pesos de mínimo que están en marcha. Con el pase a planta. Con los paritarios de asamblea.
Néstor Pitrola