Concluimos la campaña hacia el 14 de agosto en el marco de un ascenso de la movilización para superar el 1.5% que impone como piso proscriptivo la reforma política. No tiene precedentes en nuestra historia política y empalma con la movilización solidaria que desencadenó el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra por la patota de Pedraza. Nuestra propaganda política ha logrado una penetración muy amplia. Este ascenso se manifiesta en las numerosas expresiones de apoyo en los lugares de trabajo y en las calles. Se ha registrado el hecho completamente inédito de los pronunciamientos al aire, a favor del voto al Frente de Izquierda, de decenas de periodistas a cargo de programas de radio. Lo mismo ocurre con las redes sociales, en donde las expresiones de descalificación de nuestros adversarios son respondidas con agudeza y con chispa por muchos más navegantes que popularizan el voto por nosotros. Es claro que el slogan que anima a la mayoría de las adhesiones es la defensa del derecho democrático a la participación electoral, pero sería necio negar que quienes nos expresan su apoyo conocen, incluso muy bien, nuestra condición de partidos de lucha y combate, y hasta de ‘extrema izquierda'. Se trata, por lo tanto, de un paso importante en la evolución de la conciencia política de un arco importante que va desde el activismo obrero, ex militantes de la vieja izquierda y, por sobre todo, de la juventud. Estamos ante un principio de tendencia política que ya se expresó en las elecciones provinciales de Salta, de Neuquén y de Córdoba y en el 17% descomunal que obtuvimos en Capitán Bermúdez y los promedios elevados en el cordón de la gran industria de San Lorenzo. Los espacios de propaganda política audio-visual han jugado un papel muy grande en la creación de esta tendencia, lo que prueba la justeza de nuestra constante denuncia del rol censor de los medios monopolizados por el capital y el Estado, que distorsionan fuertemente la capacidad de determinación del electorado.
Si estas manifestaciones de apoyo se traducen el domingo que viene en las urnas, tendremos una confirmación de la volatilidad que caracteriza al electorado en períodos de grandes crisis. Es probable que lo veamos en los resultados que obtengamos en la Ciudad de Buenos Aires, luego de la votación marginal que recogimos el 10 de julio pasado. Es que el electorado no es inmune a la crisis política y a la volatilidad que se registra en los círculos políticos de la burguesía, como ha quedado de manifiesto en la elección dispar para gobernador y diputados en Santa Fe, o en el hundimiento de Juez en Córdoba y el ascenso de De la Sota en confrontación con el kirchnerismo. La volatilidad (desplazamientos políticos acentuados entre fracciones de las clases dominantes y, potencialmente, entre éstas y la izquierda) es un síntoma de los períodos en que comienzan a incubarse las situaciones revolucionarias. Son momentos en que se ponen a prueba la capacidad de las fuerzas socialistas y su destreza para desarrollar en las masas una comprensión de la situación en su conjunto.
Este prolegómeno del 14 de agosto confirma el acierto en haber formado el Frente de Izquierda y, por sobre todo, en haber manejado un programa de reivindicaciones elementales en el marco de una crisis histórica. "La historia puede saltar etapas, decía Trotsky, pero el partido revolucionario no puede saltarse las etapas de la evolución de la conciencia de la clase". Hemos sido pedagógicos y entre nosotros ha perdido terreno el discurso doctrinarista. Estamos aprendiendo y se está educando una nueva generación. Nunca como ahora está clara la bancarrota del capitalismo.
Jorge Altamira