Después de un periplo coqueto por todas las cámaras empresariales, Cristina Kirchner decidió descargar su bronca contra los trabajadores del subte, en otra expresión de la condición de clase de su gobierno. Días después del discurso oficial, el régimen de explotación laboral de los Roggio y Cirigliano se cobraba decenas de heridos y víctimas fatales. La tendinitis que ‘alegró’ el discurso de CFK quedó desenmascarada enseguida por los delegados del subte, quienes denunciaron la inminencia de un tarifazo en el transporte -admitido sin ‘peros' por el ministro Schiavi. Para la Presidenta, "es fácil ser revolucionario en democracia, bajo mi gobierno", como si los K hubieran movido un dedo para acabar con la dictadura, o como si no hubieran sido precisamente estos revolucionarios los que la combatieron en la más dura clandestinidad. Nunca, por otra parte, la democracia burguesa hizo fácil la labor de los revolucionarios, porque une a la represión de sus aparatos de seguridad o de las patotas que encubre (Pedraza y la policía mancomunados), la manipulación de los monopolios de la comunicación y el ejercicio de la censura.
Políticamente, el discurso antiobrero contra los trabajadores del subte y contra los revolucionarios tiene toda la huella de la confrontación política contra el Frente de Izquierda -algo que acredita la condición de ‘estadista' que sus acólitos le atribuyen, porque advierte que en Argentina se desarrolla, desde hace tiempo, una oposición obrera y socialista, en el marco de una bancarrota capitalista mundial sin parangón ya en la historia. CFK sabe muy bien que el movimiento de lucha del subte se forjó en los días del "neoliberalismo", cuando los Kirchner participaban del gobierno de la flexibilidad laboral. En la batalla contra Ibarra por la jornada de seis horas, los kirchneristas se pusieron del otro lado de la barricada -con Alberto Fernández a la cabeza, se fueron de viaje cuando se necesitaban los votos para insistir en la ley vetada por Ibarra. El ataque de la candidata del 50% a los delegados no puede separarse de la agenda del Frente de Izquierda en la campaña electoral: la lucha por la recuperación de los sindicatos contra la burocracia, o la defensa de los centros de estudiantes y federaciones independientes frente a las camarillas radical-kirchneristas. En estos mismos días, un diario porteño retrató el carácter de la lucha política en las elecciones universitarias en la UBA con fotos de Cristina, de Boudou y de Altamira. En esta universidad se enfrentan los arribistas del poder y los militantes revolucionarios.
Resucitando a la derecha
El kirchnerismo se opone con todas sus fuerzas al desarrollo de una oposición política a su izquierda; prefiere el negocio de extorsionar al pueblo con el peligro de la "derecha". Ahora que esa derecha quedó pulverizada electoralmente, el kirchnerismo está empeñado en mantenerla a flote. Rescata, por un lado, a los Binner -para que la bronca social no alimente la votación del Frente de Izquierda- y también avanza en acuerdos con Macri. Como todos los bonapartes del pasado, CFK quiere designar a su propia (inocua) oposición. El Plan Agropecuario -que promete soja, monocultivo y tóxicos para el campo en las próximas décadas- es una oferta excelente para los intereses agrarios que protege el Frente binnerista. Binner le dio el vuelto con la oposición a que Shocklender vaya a declarar al Congreso -aunque lo que el gobierno teme más es que abra la boca el secretario de Obras Públicas, José López.
La hostilidad del kirchnerismo a la izquierda delata la inminencia de los tarifazos y la devaluación del peso. La salida de capitales está protagonizada por gran parte de los que le dieron el voto al kirchnerismo el 14 de agosto.
El voto al Frente de Izquierda
La constitución del Frente le ha dado una expresión política a las luchas antiburocráticas al interior de las empresas y los sindicatos. El ingreso a la elección general nos ha dado la oportunidad de dirigirnos a millones de trabajadores, incluso -y principalmente- a aquellos que no han tenido una experiencia directa o personal de lucha de clases. Luchamos por llevar diputados del Frente al Congreso nacional. Los medios insisten en estos días de que se trata de una elección "cantada", pero un ingreso del Frente de Izquierda al Congreso significaría un cambio en las relaciones políticas en el país: la aparición de una oposición de izquierda terminaría con la extorsión política del kirchnerismo a los trabajadores: ‘nosotros o la derecha’ (aunque la mayor parte de la derecha se anida en el gobierno). En las vísperas de un derrumbe de la Unión Europea, no sería poca cosa.
Para sepultar a la derecha no hay otra garantía que el voto al Frente de Izquierda. Sólo una oposición de izquierda al gobierno kirchnerista, en el país y en el Congreso, desarrollará un programa de salida a la crisis capitalista a partir de las aspiraciones obreras y populares.
Marcelo Ramal