8 de septiembre de 2011

Verbitsky recula

En la edición de Página/12 del domingo 28, el editorialista Horacio Verbitsky volvió a atacar al PO y a Altamira. En este caso, por “abandonar su apellido judío detrás de un resonante seudónimo”. Después de la terminante respuesta de Altamira (que reproducimos en esta página), Verbitsky ha respondido como suele hacerlo cuando alguien replica a sus infamias, o sea con pequeños recuadros (Página/12 no publica las réplicas a sus artículos insidiosos). En este caso, el hombre se encoje de hombros y dice que lo suyo “no era una denuncia ni una crítica”, o sea que retrocede ominosamente. Pero vuelve a mentir. Releyendo su nota, Verbitsky augura que el Frente “podría perder aquellos votos que recibió por simpatía hacia la pequeña fuerza que rogó apoyo para el milagro”, o sea que su propósito es tirar abajo al Frente de Izquierda y por eso atacó a Altamira; no lo hizo de frente, no al programa de nuestro Frente, sino por la espalda -a su honroso nombre político. Mal que le pese a H.V., su propio diario acaba de publicar una encuesta de OPSM que muestra a la “pequeña fuerza” en crecimiento.

En su recule mentiroso, Verbitsky no puede admitir el contenido reaccionario de su ataque a Altamira por el tema de “su nombre”, algo que lo emparenta con todos los embates derechistas que sufrieron no sólo Altamira, sino todos los que apelaron a seudónimos como resultado de la lucha contra la persecución política. En este caso, es su propio diario el que lo vuelve a deschavar, sólo que en una edición de hace veinte años. Un artículo de Susana Viau (ver más abajo "El misterioso mister Frahm") sale al cruce de los ataques de La Nación en 1989 contra Altamira, quien acababa de ser detenido en la Casa Rosada, por el uso de su seudónimo de combate. Ahora, el diario de los progresistas, pero en el poder, ha cambiado de frente, y de la defensa de los derechos y de la tradición de la izquierda revolucionaria se bandea al ataque a la izquierda que organiza a los obreros y a la juventud en torno de nueva perspectiva política.

Verbitsky desea mantener la estructura político-electoral actual, en la que el gobierno juega al antiimperialismo contra los Duhalde y compañía, para mantener su falsa pose de izquierda. A Verbitsky simplemente lo espanta que la oposición a los K la encarne la izquierda. Sabe que nos valdremos de esa posición para desarrollar un gran partido de trabajadores. Los Verbitsky son ‘funcionales’, realmente, a la derecha. Un voto mayor al Frente de Izquierda, el próximo octubre, cambiaría esta situación al consagrar una oposición obrera y socialista. De paso, produciría un retroceso de la derecha en la estructura política actual. El recule cobarde de Verbitsky refleja el temor a la posibilidad de semejante cambio.

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"El misterioso mister Frahm"

“En 1945, pidió el ingreso a la organización en la que iba a permanecer toda su vida. Antes había combatido al nazismo (...) Fue alcalde de Berlín y presidente del partido Socialdemócrata. Por eso en 1969 Karl Herbert Frahm ocupa el cargo de canciller. (...) En 1979, la academia sueca le concede el premio Nobel. Así dicho no resulta más que la brillantísima carrera de un ilustre desconocido. Aunque esta manera de contar los hechos sólo valga para los diccionarios porque para la opinión pública, los especialistas en política exterior, o los alemanes que lo votaron... se llama Willy Brandt, un seudónimo con el que se identificó en la clandestinidad, en épocas de la resistencia. Otro tanto de lo mismo le sucedió... a Vladimir Ilich Lenin, que era Ulianov (...) y Jospi Broz fue el mariscal Tito hasta la última palada de tierra y sin que a nadie se le ocurriera discutirlo (...) Arturo Frondizi fue Dorrego en sus notas para un semanario; Perón firmó Descartes (..). De momento, no parece serio que un matutino porteño pretenda llevarse el gato al agua poniendo el grito en el cielo, primero, y editorializando, después, ante su descubrimiento de que el traído y llevado dirigente del PO, no se llama Jorge Altamira sino José Huermus (sic). Es bien cierto que, como decía el capitán Jonathan Sheppard (Kenneth Moore) en Hundir el Bismarck, ‘dejarse impresionar por las cosas es un lujo en tiempos de paz’. Será quizá por esa razón que el martes 13 de junio el matutino se preguntó: ‘¿Cómo pudo proclamarse la candidatura a presidente de un ciudadano con un nombre que gran parte de la población ignoraba?’. La respuesta puede encontrarse en el mismo editorial con lo que la cuestión se torna socrática: ‘...La Justicia Electoral (...) -se dice- se limita a tomar nota de los nombres dados por el apoderado del partido’. Y luego inquiere: ‘¿Por qué se utilizó ese recurso?’. En este aspecto, la contestación puede ser múltiple: porque Altamira le resulta más bonito, o bien, para evadir el celo policial (recurso poco probable y, en este caso, bastante ineficaz) dado que los nombres supuestos suelen ser utilizados preferentemente en actividades clandestinas o bien para no romper con un antiguo ritual de las sociedades secretas en general y del bolchevismo en particular.

“‘Nom de Pluma’ o ‘Nom de Guerre`’habría que preguntarse qué hubiera cambiado de la historia si Huermus se hubiese candidateado como Huermus o si Altamira se llamara efectivamente Altamira. ¿Habría ganado las elecciones? ¿Habría logrado un caudal diferente de votos? ¿Estaría su perfil más o menos dentro de la legalidad y las normas? Es divertido el juego de las adivinanzas pero si se conviene previamente en que no son los nombres los que cambian la vida sino los hombres que los llevan. Desde el análisis político es más operativo conocer qué hacen esos hombres que se proponen dirigir y qué hacen cuando dirigen, aunque como solía recordar un pulcro escritor inglés: ’Si los pueblos supieran cómo los gobiernan, se suicidarían en masa’”.


Susana Viau, Página/12, año 1989