Bastaron menos de dos años para que los medios oficialistas, tanto los privados como los públicos, se olvidaran de la pluralidad de voces y el supuesto espíritu progresista de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Lejos de prestar el micrófono o las páginas de sus diarios a los pueblos que enfrentan la megaminería, o a las familias de la masacre de Once y a los trabajadores del Sarmiento o a los docentes de todo el país, la vasta red de medios K se ha dedicado a la defensa de los intereses oficiales y de las camarillas empresariales, atacando a los luchadores desde sus tribunas.
Durante enero y hasta la fecha, estuvieron volcados a la defensa de la minería a cielo abierto, mediante el intento de dibujar los supuestos beneficios y ocultar los perjuicios que denunciaban los ambientalistas. Parte de esta defensa, fue la pantomima montada en cadena nacional, sacando a un dirigente del PJ como trabajador “independiente” para que defenestrara a quienes luchaban contra las mineras. Sumado a esto, en Andalgalá, fue interferida y sacada del aire la radio comunitaria “El Algarrobo”, único medio de comunicación que se mantenía independiente del gobierno y las mineras, el cual era una canal de comunicación fundamental para los luchadores.
Por su parte, la masacre de Once permitió observar crudamente la censura en los medios oficialistas. En la Revista Veintitrés, propiedad del ultra-K Szpolsky, fue censurado un artículo del periodista Tomás Eliaschev que reproducía las denuncias de los trabajadores ferroviarios contra el grupo Cirigliano y el Estado nacional. A su vez, “6,7,8″ volvió a poner todos sus recursos y panelistas al servicio de despegar al gobierno de cualquier responsabilidad (de la misma manera en que ya lo había hecho con el asesinato de Mariano Ferreyra), exculpándose en TBA, los trabajadores del Same, el chofer y ¡hasta “la gente”! -al mejor estilo Clarín. Las mismas palabras eligieron los funcionarios de gobierno, quienes cargaron -¡en Cadena Nacional!- contra la costumbre de viajar en los primeros vagones o en lugares no permitidos.
Sin ir más lejos, hace pocos días, en el canal C5N del menemista y ahora filo K Hadad, se sacó del aire -por orden del gobierno nacional- al oficialista y ex funcionario Alberto Fernández quien, entrevistado por Longobardi, realizaba algunas críticas a la “sintonía fina” de CFK. No es de extrañar que si censuran a los amigos, la voz de los trabajadores no exista en los medios oficiales.
Así, el ‘periodismo militante’, el cual junto a la ley de medios pondría fin a la censura y al terror de las patronales de los multimedios sobre los trabajadores de prensa y garantizaría la libertad de expresión, así como la pluralidad de voces y la democratización de la palabra, termina su corto recorrido con la emulación de los métodos de ‘la Corpo’.
Tomás Cío