1 de marzo de 2012

Feinmann vuelve a macanear sobre el peronismo

José Pablo Feinmann insiste con su "Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina". El segundo tomo no modifica las características más destacadas del primero: falsificaciones, contradicciones, ausencia de rigor histórico, anécdotas y fantasías.

Las casi novecientas páginas de este segundo tomo están dedicadas a un tema prácticamente excluyente: el retorno de Perón después de 17 años de exilio.

El retorno de Perón, el tema del segundo tomo, fue una pieza clave en la política de la dictadura de Lanusse para cerrar la crisis abierta por el Cordobazo; por eso, también determinó el devenir político de las décadas siguientes. Feinmann hace gala de su insondable ignorancia cuando asegura al lector de que "en esta obra trato a Perón con toda la complejidad que un personaje tan indescifrable requiere", como si lo indescifrable tuviera gradaciones y fuera sinónimo de complejo. Los enigmas no le impiden, sin embargo, reiterar sus prejuicios contra la izquierda política y utilizar la muletilla de "pueblo peronista" para describir "una escasa vocación de lucha" de los trabajadores de Argentina¨, e incluso de atribuirles una "conciencia reformista" -¡cómo si ésta estuviera reñida con la lucha y no fuera una expresión enorme de una etapa histórica de la lucha obrera contra el capital!

Perón, USA, el Vaticano y Propaganda Due

Para Feinmann, el retorno de Perón al poder estuvo signado por gruesos errores, más precisamente veintidós, que condujeron a un "desafortunado gobierno". Los más destacados habrían sido: dejar el control del escenario de Ezeiza a la derecha el 20 de junio, haber atacado a la Jotapé sin haber investigado lo ocurrido ese día; la "fantochada (sic) del golpe contra Cámpora", haberle dado mano libre a las bandas de derecha ("¿No podía organizar un fuerza de choque menos barbárica?", se interroga el hincha de la represión que no deja huellas); el apoyo a los responsables de la destitución del gobierno Córdoba (Navarrazo), dejar el poder a Isabelita, no haber sido capaz de disputar la izquierda peronista a Firmenich, etc. Como se ve, muy lejos de tratar la ‘complejidad' del retorno de Perón, Feinmann se escurre en divagaciones.

Para Feinmann, Perón "volvió tarde"; crítico de cine, el defensor de Pedraza, usa la muletilla de las películas policiales: `se presentó en el lugar inadecuado en un momento inoportuno'. "Si Perón hubiera vuelto antes -dice-, no se habría dado tanto tiempo a que se formara la guerrilla, a que murieran tantos, a que la juventud se tornara militante y belicosa y exigente". Al filósofo ni se le ocurre que, precisamente por eso, Perón no vino antes. Psicólogo de cuarta, asegura que Perón "no vino para gobernar sino a morir y deteriorar su imagen para la posteridad". Al revés, Perón vino para que la crisis política no tuviera un desenlace de izquierda y la burguesía y las fuerzas armadas pudieran seguir gobernando. Por eso hoy es reivindicado, además de los amigos K de Feinmann, por toda la derecha.

¿Qué decía el partido Política Obrera en aquel momento -no cuarenta años más tarde (Política Obrera Nº 134, 10/11/1972): "Desde el mismo mes de setiembre de 1955, cuando el golpe gorila se impuso contra una clase obrera cuya dirección sindical y Perón se negaron a armar y movilizar, los trotskistas revolucionarios pronosticamos que el retorno de Perón sólo habría de ser posible como resultado de una victoria real de las masas, por medio de sus combates, contra el régimen de los gobiernos gorilas y, también, que frente a tales circunstancias, Perón regresaría al país no para liquidar definitivamente a la reacción antiobrera sino para impedir que las masas concreten su victoria en un nuevo régimen gubernamental, el gobierno obrero". La declaración continuaba: "la operación del retorno ha sido puesta bajo el control de las FF.AA. y sus características son conocidas y avaladas por todos los grupos imperialistas comprometidos en el asunto: el fascista Franco, el gobierno italiano, el Papa y el ejército argentino, en definitiva, el imperialismo yanqui". El esfuerzo principal hacia el que se dirige el retorno de Perón es a estabilizar una amplia coalición burguesa, dirigida por el peronismo, que llegue a un gobierno compartido con las fuerzas armadas para canalizar el ascenso de los trabajadores en una perspectiva capitalista... A esto se le ha dado en llamar la ‘unión nacional'", (ídem). Luego de desechar la posibilidad de Perón recurriera a nacionalizaciones masivas, "aunque limitadas", como en el '45-'55, insistía que "la estrategia peronista de desmovilización de los trabajadores sólo prepara una colosal frustración para las masas peronistas" (ídem).

La confirmación de la caracterización de Política Obrera no se hizo esperar. Perón retornó al país el 17 de noviembre en medio de un espectacular cerco montado por la dictadura de Lanusse y no tomó ningún contacto directo con las masas, lo que "tiende a diluir la crisis política que podía haber provocado su retorno" (PO Nº 135, 20/11/72). Se reunió, sí, en el restaurante Nino de Olivos con Frondizi, Balbín, Solano Lima, y "todos los cadáveres políticos que entregaron el país al imperialismo en los últimos 17 años... reforzó a los Rucci y a los Coria, desautorizó a los peronistas combativos... Ni uno solo de los pasos dados por Perón en el país se ha apartado un milímetro de sus objetivos: desmovilizar a la clase obrera, orquestar el acuerdo con los partidos gorilas y el alto mando militar" (ídem). Esto fue dicho más de un año antes de que Perón ordenara la formación de grupos paramilitares.

En "Cartas Peligrosas" (Planeta, 1992), María Granata (una de las líderes de la rama femenina del partido peronista, activa en la resistencia y que luego quedó con Frondizi) confiesa a la autora del libro, Marta Cichero, "no acepté, lo digo dolorosamente, el exilio de Perón. Ahí fui una apasionada, fanática. Yo creí que en el '55 Perón volvía desde Paraguay. Yo veía columnas hacia Buenos Aires. Yo pensé que él iba a dirigir la lucha armada aquí en setiembre. Yo esperaba eso, la epopeya. Después ya sabía que no iba a volver, salvo en circunstancias de gran presión. Dicen que volvió presionado por el Pentágono para frenar la guerrilla".

La ligazón del retorno de Perón con la derecha está ampliamente documentada. Previo a Buenos Aires, pasó por Roma y el Vaticano. Licio Celli, un lobbysta de Perón, era el gran maestre de la logia masónica Propaganda Due (P2) con profundos lazos con la CIA y el Vaticano. La P2 tenía entre sus miembros a Berlusconi, Lastiri, López Rega, Giancarlo Valori, a los genocidas Emilio Massera, Roberto Viola y Suárez Mason -entre otros banqueros, personajes de la mafia y funcionarios de la CIA.

En una entrevista concedida al diario "Perfil", publicada el 31 de agosto de 2008, Licio Celli (que acompañó a Perón en el avión que lo trajo a la Argentina el 20 de junio de 1973) confiesa que "Perón era masón, yo lo inicié en Madrid, en Puerta de Hierro en junio de 1973". No sólo eso, reveló que "en la Casa Rosada hicimos una reunión histórica de todos los grandes maestros de toda América. La presidió Cámpora". Celli negoció áreas del gobierno para los "hermanos" y la presencia en el gobierno argentino.

¿Cámpora al gobierno, Perón al poder?

Las ‘apretadas' del gobierno militar contra Perón apuntaban a lograr un "gran acuerdo nacional".

Así como aceptó el cerco de Lanusse el 17 de noviembre, Perón aceptó todas y cada una de las imposiciones. "El renunciamiento de Perón no es un hecho sorprendente; más de un año y medio, en especial, estuvo preparándolo" (PO 139, 29/12/72). La izquierda peronista después de decir que la candidatura de Perón era irrenunciable, pasó a considerar la agachada del líder como "un acto de grandeza histórica". Contra lo que dice Feinmann, la izquierda peronista fue funcional al acuerdo de Perón con la dictadura.

El triunfo del Frejuli abre pujas dentro del mismo entre las distintas fracciones. Perón hace rodar la cabeza de Galimberti como representante de la juventud peronista; luego de eso, "Cámpora (se) reunió nuevamente a la Hora del Pueblo, y se mantendrá la estructura actual del justicialismo y del Frejuli" (PO Nº 152, 4/5/73).

Perón al gobierno

La variante antiobrera que Política Obrera anticipaba el 15 de junio se cumplió efectivamente, de la mano de Perón. Cámpora estaba fracasando en alcanzar una estabilidad política. Después de las exhortaciones de Abal Medina, Righi y la JP para que no se ocupen las fábricas, "se alcanzan los picos más altos de huelgas, ocupaciones y destitución de burócratas... sólo a la luz de esto puede entenderse la masacre de Ezeiza. Fue un intento terrorista para cortar un proceso democrático; su destinatario fundamental era la clase obrera" (PO Nº 163, 20/7/73); la orientación política de Perón es la que ha dado coraje al extremismo derechista para realizar esta agresión contra las masas" (PO Nº 160, 29/6/73).

Pero "las exhortaciones desmovilizadoras de Perón y la masacre de Ezeiza también fracasaron". Cámpora es reemplazado por Lastiri, el yerno de López Rega. En esos días, se interviene la regional Salta de la CGT y se amenaza a la cordobesa, dirigida por Tosco.

La culpa no es del chancho

Feinmann dedica varios capítulos para presentar al gobierno de Cámpora como un "modelo". Convierte a Cámpora en el representante de la JP y no de Perón.

Para Feinmann, el fracaso de Cámpora es responsabilidad, fundamentalmente, de Montoneros. Perón cometió el "error" de darle demasiada importancia a esa juventud, a sentirse "en peligro" por ella. ¿Qué peligro: personal, político, social? El filósofo no explica, cuenta una novela.

Para Feinmann, los montos fueron responsables de Ezeiza porque fueron a desplegar sus banderas, donde iba a haber "una fiesta". "¿Nada sabía la conducción de Montoneros sobre Osinde?" -se pregunta Feinmann, sin poder conciliar la presencia armada de la derecha con la ‘fiesta' que, según él, debía representar esa jornada. Feinmann no solamente culpabiliza a las víctimas (desarmadas), sino que se deleita con la tesis. Denuncia la jornada de asunción de Cámpora como una humillación "exagerada" a los militares. La vida, para Feinmann, no tiene que salir de la pantalla.

La tesis (si así se la puede llamar) de Feinmann es que la izquierda, en su "desesperación de tomar el cielo por asalto", con sus "arrebatos", pudre los mejores intentos de la clase capitalista. Feinmann justifica los crímenes contra el pueblo, históricamente, solamente no se anima a reivindicarlos.

Conclusión

Los '70 desnudaron las limitaciones insalvables del nacionalismo burgués (su carácter capitalista), Esas limitaciones, cuando parte de los trabajadores emprende con decisión un camino independiente, convirtieron al peronismo en agente directo de la reacción, como ocurriera repetidas veces antes en la historia de los países oprimidos.

Jauretche se lamentaba que "el partido con todas las condiciones deseadas por los teóricos de la revolución nacional, proletariado unido a las clases progresistas, es decir a los sectores capitalistas vinculados al desarrollo del mercado interno", haya fracasado en desarrollar la revolución nacional por culpa del "carácter electoralista" del "conductor". El problema no es el electoralismo sino el carácter de clase, que el policlasismo de Jauretche intenta disfrazar. El del peronismo no ha seguido un rumbo distinto al del MNR boliviano, al Apra peruano, del PRI mexicano o el famoso Kuomintang chino de Chiang Kai sek.

Perón retornó a Argentina para prestar un último servicio al régimen capitalista, en su mayor crisis histórica hasta ese momento. En este sentido, Feinmann es la última justificación de Perón.

Eduardo Salas