Un grupo de 17 intelectuales ha dado a conocer un "documento" sobre Malvinas que tiene la pretensión de ser una "visión alternativa", o sea un nuevo relato. Los pilares de esta narración opcional son la negación de un derecho de soberanía de Argentina sobre el archipiélago y la defensa del derecho de autodeterminación de "los isleños". Repite un discurso de tipo mitrista: no importa el territorio si ganamos en democracia, Argentina es ya bastante extensa. La conclusión fundamental de la declaración es que el nacionalismo de ambas partes, Gran Bretaña y Argentina, destruye las posibilidades de un desarrollo nacional pacífico y democrático.
Las contradicciones del documento son insuperables en naturaleza y en número. Reivindica una "autodeterminación de los isleños", que deberían reclamar al Reino Unido, que es la potencia ocupante, no a Argentina, y que antes debería ser esgrimida por "los isleños", lo que no es el caso, y no por intelectuales del microcentro porteño. Dice que Argentina debe su existencia al principio de ‘autodeterminación nacional', no a una reivindicación territorial, como si las fronteras nacionales hubieran sido fijadas por medio de un voto libre y no de guerras, revoluciones y una intervención decisiva de las oligarquías locales y del capital comercial inglés. "La historia no vuelve atrás", asegura Beatriz Sarlo en el diario El País (28/2), para impugnar una recuperación de Malvinas, sin percatarse que del mismo modo debería denunciar el reclamo de autodeterminación nacional de Escocia, la unidad republicana de Irlanda o la devolución de Guantánamo a Cuba.
Los firmantes sienten que pisan suelo seguro cuando reclaman para ¨los isleños¨ la condición de "sujetos de derecho". ¡Pero lo son, efectivamente! , en calidad de ciudadanos británicos; están protegidos jurídicamente por la Reina de Inglaterra y el comité ejecutivo que responde al Parlamento de Westminter. Los intelectuales en cuestión revisten a su relato de un galimatías cruzado. La concepción de un derecho separado del Estado es una ilusión óptica de los signatarios -que desplazan al derecho de la historia y lo radican, no en la historia y en la estructura social clasista sino en la naturaleza humana. La distinción entre los "intereses" de ‘los isleños', las propiedades en Malvinas, y su "deseos", seguir como territorio británico, sobre los que giran la diplomacia en el tema y los propios intelectuales alternativos, es una operación de distracción, porque es claro que para los 'los isleños' la defensa de sus intereses está en el mismo lugar de sus deseos.
La perorata ‘alternativa' sobre el derecho sucumbe cuando reclama "avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños". Te agarramos, Catalina. ¿En nombre de qué derecho, razón o motivo los recursos naturales deberían ser objeto de negociación con ‘los argentinos' y no con los sudafricanos, los neozelandeses o los esquimales? El enano capitalista que lleva adentro el pequeño burgués se salió de riel. Pero es precisamente lo que quieren los monopolios internacionales, la burguesía argentina y el kirchnerismo -¡que reprocha a los ingleses la inconsecuencia con la colaboración económica en el Atlántico sur! El relato alternativo lleva a las conclusiones oficiales. La declaración recae en el infantilismo de suponer una negociación entre ‘argentinos' (no Argentina) y los ‘isleños' (no Gran Bretaña o la monarquía o república Falkland), para seguir la novela de ignorar los Estados y fantasear con los sujetos de derecho. ¿Hace falta decir que no hay nada más absurdo que suponer una autonomía ‘isleña' del imperio británico?
La cuestión de Malvinas resulta una cuadratura del círculo para la intelectualidad pequeño burguesa, sea la cipaya o la nacionalista, porque ignora que su condición de problema nacional deriva de la condición semi-colonial de Argentina. Mientras duró el idilio de esta condición con Inglaterra, Malvinas se refugió en los manuales escolares. La reflotó la quiebra de esta relación y la crisis a repetición del capitalismo mundial y nacional. Con la pesca, el gas y el petróleo, y con la nueva guerra financiera y comercial mundial, en especial con China, el archipiélago cobró una actualidad mayor. Es una región apetecible para potencias que necesitan alimentar una maquinaria bélica creciente para afrontar nuevas guerras. Llegar a esos recursos, incluso en forma muy parcial, sería un salvavidas para el derrumbe fiscal del régimen K, como lo hace notar el lobbysta Daniel Montamat, en Clarín, que defiende sin vacilar una negociación con el Reino Unido que canjee el derecho al acceso a la logística del continente a cambio de una participación en los negocios que también pondera la declaración de los 17.
Para los socialistas, la cuestión Malvinas es un asunto secundario y subordinado del problema nacional de Argentina y América Latina: la dominación económica y hasta cierto punto política (varía con el desarrollo de la crisis política del país y las luchas populares) del capital financiero internacional y sus Estados. La burguesía reivindica Malvinas para ganar una posición de mercado, y el gobierno para distraer a la opinión pública y a los trabajadores. Para los socialistas es el emergente más o menos ocasional de una crisis de conjunto que encontrará su solución con un gobierno de trabajadores y con derrotas decisivas del imperialismo a escala mundial.
Jorge Altamira