Mientras descalifica el dólar paralelo -el cual trepa a siete pesos-, el gobierno extiende los controles y la cruzada pesificadora. Finge ignorar el mercado de acciones y deuda pública, que también cotiza el dólar por las nubes. Los bonos “permiten comprar caro pero en blanco”. Hubo un boom de operaciones de algunos títulos, los que movieron más dinero que aquellos que, en total, concentraron todas las acciones (Clarín 19/7). Cada semana que pasa, se amplia el menú de ofertas. En lugar de frenar la salida de divisas, el intervencionismo K ha servido para el armado de una nueva bicicleta financiera, la que actúa como vehículo para la fuga de capitales. Otra cara de este drenaje lo constituye la caída de los depósitos bancarios en dólares.
El telón de fondo es que, aunque pretenda disimularlo, el peso de la deuda se hace más asfixiante. A pesar del “desendeudamiento”, el endeudamiento público subió casi 15.000 millones de dólares entre 2010 y 2011. “Este año, por el déficit fiscal, la deuda pública podría pegar otro salto” (Clarín 22/7). A pesar de todas las medidas intervencionistas, las que obligan a liquidar las divisas a los exportadores, y de las restricciones a su compra, el nivel de reservas del Banco Central no ha aumentado. A esto, hay que agregar que en la última etapa del año se esfumarán 6.178 millones de dólares de las reservas, sólo para el Boden 2012, para el cupón PBI y para los compromisos de los organismos financieros internacionales.
El mayor endeudamiento se traduce, también, en las cuentas públicas, donde los intereses alcanzarían los 47.000 millones de pesos, incluyendo el Cupón PBI (el año pasado, fueron de 36.000 millones de pesos” (Clarín, ídem). Como en el período julio-diciembre vence el 77% de la deuda, “quedarían aún por afrontar unos 36.000 millones en concepto de intereses de la deuda” (ídem). El gobierno, por otra parte, sigue aumentando los subsidios a las privatizadas. Las cuentas públicas cerrarían 2012 con “un déficit de entre 55.000 y 60.000 millones, es decir, un 75% más que el rojo de 2011” (ídem).
Esto explica la creciente emisión de moneda, que se aproxima al 40% anual, a un ritmo muy superior al de la inflación. Mientras el cierre del grifo a la salida de dólares funciona cada vez menos, la canilla de pesos alimenta la espiral inflacionaria y la compra de dólares paralelos. La política oficial está envuelta en contradicciones irresolubles y prepara el escenario para una devaluación en regla.
Por lo pronto, ya estamos en un escenario de parate económico e industrial, además se estima para este año una variación del costo de vida del 30%.
El cepo cambiario se ha trasladado al mundo de las transacciones mercantiles. La paralización de la construcción y de la actividad inmobiliaria no es la expresión final de este proceso, sino su principio. El cepo cambiario se está transformando en un cepo monetario. Es cuestión de tiempo para que se convierta en un cepo bancario. Los bancos vienen perdiendo depósitos en dólares y lo mismo ocurre con los plazos fijos e inversiones en pesos. El gobierno se ha visto obligado a desandar sus pasos y a autorizar a que los bancos aumenten sus tasas para captar ahorristas: “ya no se insistirá con el esquema de tasas máximas” (Ámbito, 20/7). Esto echa leña al fuego contra una perspectiva de reactivación. Ni qué hablar de que se da de patadas con la disposición que obliga a los bancos (tanto públicos como privados) de volcar 15.000 millones para las Pymes que presenten planes de inversión, a una tasa que no puede superar un techo del 15%. Por otra parte, el escenario recesivo compromete la capacidad de devolución de los préstamos por parte de las empresas y de los particulares. Esta situación de conjunto amenaza la liquidez de los bancos y explica que las principales calificadoras hayan resuelto bajarle la nota a las entidades financieras locales.
El dirigismo K está llegando a su límite.
Pablo Heller