El descuento -cada vez más amplio- que se les viene haciendo a los trabajadores por el impuesto a las ganancias no es más que la punta del iceberg. El principal rubro de la recaudación fiscal afecta a los salarios. A primera vista, en el orden de importancia en materia de ingresos fiscales sobresale el IVA, el cual ascendió en los primeros cinco meses del año a 72.306 millones de pesos. Le siguen los aportes y contribuciones de seguridad social, que suman 69.061 millones.
También se deduce de los salarios el impuesto a las ganancias (“cuarta categoría”), que sumó 5.000 millones de pesos de ingresos durante estos primeros cinco meses.
Según Infobae, “el salario es hoy el principal sostén de los recursos fiscales” (Infobae.com, 25/6) y “su tasa de crecimiento anual (32,1%) es más alta que la del IVA (22,8%) y que la de ganancias (19,1%)” (ídem). El impuesto a las ganancias ya históricamente constituía apenas un 40% de lo que se recaudaba por el IVA; al revés de lo que ocurre en la mayoría de los países industrializados, donde la relación está invertida. En lo que se denomina impuesto a las ganancias, declina la parte que proviene de las rentas capitalistas y aumenta, en cambio, el peso de la que proviene de la fuerza de trabajo. Mientras que el impuesto a los ingresos personales aumentó de 1,33% a 1,92% del PBI durante 2011, el descuento de ganancias a los sueldos durante el mismo período se multiplicó por siete.
Este mismo fenómeno se constata en los recursos de seguridad social, donde se redujeron las cargas patronales. Los Kirchner introdujeron nuevas reducciones, que van del 33% al 50% de las cargas patronales cuando incorporan personal nuevo. Ni hablar del blanqueo de 2008, que sirvió para licuar las deudas existentes y para darle a la clase capitalista un manto de impunidad a todas las maniobras de negreo y de evasión anteriores. Una parte de los descuentos al salario ni siquiera es depositada en el fisco. Un ejemplo -por cierto, emblemático- es el grupo Cirigliano: el incumplimiento con el depósito de los descuentos previsionales, según las denuncias que vienen haciendo los trabajadores de sus propias empresas, ha pasado a ser una práctica normal y habitual, hasta el punto de que el capital de giro de la empresa proviene, cada vez en mayor proporción, de los fondos de la seguridad social que se les expropia a los trabajadores.
Por último, los fondos que ingresan en el Estado en materia tributaria y de seguridad social vuelven al capital en forma de subsidios.
En resumen, la recaudación estatal en general gira y reposa cada vez más en el salario. El tributo reduce el precio de la fuerza de trabajo impuesto en las paritarias. Se produce una acción confiscatoria extraeconómica por parte del Estado. La UIA ha solicitado elevar el mínimo no imponible precisamente para no tener que enfrentar el reclamo de que las patronales se hagan cargo del impuesto o de un nuevo aumento salarial que compense el gravamen; por otro lado, porque está en disputa con el gobierno para que se autorice a los capitalistas a descontar el nivel de ganancias que tributan, al índice de inflación. Aquí les duele la falsificación de los datos por parte del Indec. Los trabajadores no pueden soslayar el hecho de la crisis fiscal generalizada en todos los Estados, la que el poder político capitalista se empeña en hacer pagar a la fuerza de trabajo.
El lector recordará la insistencia del Partido Obrero para que el Frente de Izquierda expusiera una caracterización adecuada de la cuestión impositiva durante la última campaña electoral.
Pablo Heller