29 de noviembre de 2012
Clarín y los periodistas K: Verbitsky descuenta contra Lanata
En estos términos habría que definir la trifulca ocasionada por la presentación judicial de Clarín contra los funcionarios y periodistas que lo habían acusado y hostigado como la mano negra que habría estado detrás del motín de prefectos y gendarmes hace dos meses. No estuvieron en discusión la libertad de prensa ni la libertad de expresión. Con el golpe de vista de un truhán, Verbitsky llamó a una conferencia de prensa para embestir contra la Corpo. La extorsión funcionó tan bien que, en menos de lo que canta un gallo, hasta Lanata se aferró al micrófono de radio Mitre para atacar la torpeza de la acción del ‘multimedio’ (una denominación que convierte a la restricción en plétora). Las distancias que tomaba ‘Mr. Fuck you’ tampoco eran inocentes, porque pretendía demostrar que dentro del monopolio funciona la ‘democracia interna’. Para el oyente desprevenido, en el grupo Clarín habría un ‘doble poder’ -el ‘soviet’ de los periodistas que no se amilana, frente a los propietarios privados del medio. La libertad de prensa, bajo el capitalismo, es posible.
La verdad de la milanesa es, sin embargo, que los periodistas damnificados son funcionarios del gobierno. Cobran en forma directa o indirecta del gobierno (que subsidia a los medios oficialistas), escriben en función de los intereses del gobierno y ocupan, en buena parte de los casos, posiciones gerenciales que los atan a la patronal que les baja la línea. Si ladra, tiene cuatro patas y es ‘amigo del hombre’, ¿qué es? Son los Kirschbaum y Van der Koy de la pata oficial. Ellos mismos se han apodado Vatayón Militante; ellos mismos han dicho que hay una verdad militante que desprecia la verdad objetiva que emerge de la práctica social. Por eso monologan y no discuten. No deberían escudarse, entonces, en el derecho la preservación de sus fuentes de información (lo cual en el caso de ellos es una estafa, porque la conoce todo el mundo), sino declarar abiertamente que trabajan para un objetivo político que es el del gobierno nacional -y que Clarín (siempre) miente. Después de varios años insistiendo en que el “periodismo independiente” no existe, se arropan en sus faldas. La selección de personal en Clarín (y los medios capitalistas en general) y en el gobierno opera del mismo modo: por cooptación y por despido. Aquí es donde entra la organización sindical, que en el periodismo es doblemente estratégica, la cual que no solamente debe ser independiente, sino antagónica de ambas patronales. Numerosos periodistas, en ausencia de una defensa colectiva, renuncian a sus trabajos -sea en el gobierno o afuera.
Al denunciar a los periodistas militantes, Clarín evitó apuntar más arriba. Atacó a los mandantes, no a los mandatarios. Si tenía pruebas, hubiera debido pedir la comparecencia de Berni y de Garré, en lugar de pedir a los periodistas que revelen sus fuentes, que -aunque conocidas- los colocaría en la condición de alcahuetes. Clarín atacó a los militantes del Vatayón no por su condición de funcionarios, sino por su carácter de periodistas. Clarín aceptó la aberración anti-democrática de la inmunidad judicial de los funcionarios ejecutivos (que hay que distinguir de la que deben gozar los representantes electos como arma de defensa contra el Poder Ejecutivo, precisamente). Es claro que para Clarín, el periodismo independiente no es la suma de los periodistas independientes, sino la independencia de acción de la empresa capitalista de los medios. Como el Poder Judicial no distingue entre periodistas militantes o de cualquier otro carácter, la denuncia judicial de Clarín criminaliza al periodismo. Que judicializar sea sinónimo de criminalizar habla por sí sólo del carácter de la Justicia. Un protagonismo judicial del propio pueblo sería otra cosa.
Conclusión: no ha habido en este incidente ningún interés en defender la independencia del periodismo. Seguimos en un lucha interpuesta entre varios monopolios de medios y de telecomunicaciones, un sector de los cuales cuenta con el apoyo abierto del Estado.