Miguel Galuccio, el CEO de YPF, y Ali Moshiri, de Chevron. |
Según Clarín, aparte de exigir “igual trato”, los pulpos petroleros estarían aprovechándose del fracaso del ingreso de capitales en función de la ley de blanqueo poniendo este acuerdo como condición para ingresar capitales” (26/7).
Estaría próximo un nuevo acuerdo con Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del planeta, y con la también norteamericana Dow, interesada en elevar la producción no convencional de gas para su planta del Polo Petroquímico de Bahía Blanca (El Cronista, 21/7).
Por otra parte y según se ha informado en estos días, Chevron también logró que los beneficios del acuerdo con YPF fueran extendidos a todas las concesiones y subsidiarias en las que posee participación, lo que incluye el yacimiento de petróleo El Trapial-Curamched, el mayor del país (85% en su poder), también en la cuenca neuquina.
Sólo un piso…
Sin embargo, el decreto que estableció el acuerdo con Chevron debería ser considerado sólo un “piso” en materia de entreguismo. La política del capital es plantar el pie en Vaca Muerta en las mejores condiciones posibles e ir a fondo en el cambio de frente que la burguesía reclama. En palabras de un empresario: “Es barato, es para entrar y esperar que las condiciones del país mejoren” porque, finalmente, “en ningún lugar del mundo (se) podrían hacer acuerdos como los de aquí, con desembolsos de 1.000 millón de dólares o poco más” (Clarín, 16/7).
Las petroleras tendrán libertad para exportar el 20% de su producción, ¿y el 80 restante? Chevron y el resto esperan que se consume una devaluación y un “sinceramiento” de tarifas. En esa línea, el gobierno comenzará a pagar 7,50 dólares por millón de BTU -tres veces el precio promedio actual- a las petroleras que eviten la declinación de la producción.
El “sinceramiento” ya comenzó.
Christian Rath