El artículo que sigue corresponde a una entrevista solicitada por el periódico “La Vanguardia”, que, sin embargo, no fue publicado en su última edición.
¿Cuál es, a su juicio, el panorama político del país al cabo de las Paso?
Se ha abierto una transición política con algunas características pre-revolucionarias. El núcleo de esta situación es que replantea las crisis catastróficas que signaron la salida de la dictadura, el retiro anticipado de Alfonsín, la crisis del ‘tequila’’ -en 1994/6, y la bancarrota de 2001/2.
De un lado, tenemos la crisis cambiaria en un marco fuertemente inflacionario, cuyo nivel es mayor al que registran las estadísticas debido a la distorsión que ocasionan diversos congelamientos en la oferta de servicios. A esto hay que sumar el elevado déficit de importaciones de energía y la sistemática caída de los precios internacionales de las exportaciones de Argentina. Brasil representa una amenaza poderosa debido a varios factores: la recesión, la fuerte devaluación del real y la discusión cada vez más intensa de congelar el Mercosur en favor de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. La desvalorización de la moneda, por parte de Brasil, ha forzado una aceleración de la devaluación del peso en el mercado oficial. El impacto político de los desequilibrios económicos se manifiesta en la necesidad del gobierno de recurrir a un impuesto al salario, que abarca a más de dos millones de trabajadores. Los remedios del oficialismo a esta crisis (cedines, baades, supercards) han fracasado, pero han dejado establecida una devaluación financiera del peso a 9/10 por dólar. La relevancia de la crisis financiera / inflacionaria en la transición política ha quedado expuesta en la convocatoria de CFK a la cúpula capitalista para discutir una acción de emergencia hacia octubre. Argentina se encuentra en el umbral de su enésimo ajuste violento de la economía, que será enfrentado por fuertes reacciones populares. En el oficialismo y en la oposición se procura elaborar algo así como una ‘sintonía fina’ de este ajuste, con probabilidades remotas de éxito.
El agotamiento económico y político del gobierno explica el “cambio de frente” de la burguesía nacional, que reclama la eliminación de los ‘cepos’ y una la obtención de una libertad de acción, fundamentalmente para reanudar el endeudamiento internacional y por lo tanto el ‘ajuste’ del tipo de cambio. La emergencia de Massa corporiza este “cambio de frente”, aunque su planteo no difiere del que formula el FAP desde mucho antes. El Frente Renovador ha adquirido prominencia por esta razón. Es, precisamente, la caracterización de CFK, con una demora de dos años, cuando llama a discutir con los ‘titulares’, precisamente el bloque de la burguesía que ha sostenido al gobierno durante la década, con varios baches en el camino. Las características pre-revolucionarias potenciales de la situación actual obedece a la conjunción de un descontento simultáneo de las clases poseedoras y de las explotadas (por razones antagónicas), de los de arriba y de los de abajo. A la hora de evaluar el ritmo que podría tener esta crisis, la conclusión (inevitablemente provisoria) es que será relativamente rápida, esto porque hay un reflujo generalizado de las economías llamadas emergentes, o sea que se acentúa la crisis mundial, y porque el “cambio de frente” de la burguesía parece bastante generalizado.
¿Cuál cree que será la reacción del peronismo; volver a unirse o continuará la fragmentación?
El peronismo, en rigor, se ha convertido en una entelequia; simplemente denomina a distintos aparatos del Estado y en especial a diferentes camarillas, pero no tiene el carácter de movimiento popular, que el kirchnerismo intentó re-construir en forma tardía (Bicentenario); no es casual que sus dirigentes más vistos provengan de la Ucedé (Massa, Boudou, Etchegaray, incluso Scioli). La emergencia de un movimiento popular tendrá, en la próxima etapa, una expresión política diferente, seguramente de la izquierda revolucionaria (luego de algunas transiciones episódicas). El massismo está obligado a reclutar a una mayoría de intendentes y gobernadores, pero se trata de una tentativa difícil y por sobre todo convulsiva, e incluso podría dejar expuesta con mayor amplitud una fragmentación que se alimenta por la diversidad de apetitos que compiten; es a lo que apuesta el cristinismo para continuar como primera minoría y procurar, a partir de esta condición, el protagonismo principal para hacer este trabajo de recomposición -ballotage en 2015. De cualquier modo, será Scioli el beneficiario de una sucesión -y ya ha reclamado internas abiertas en un ‘peronismo’ que no existe en forma oficial.
La dislocación de los partidos tradicionales es la expresión de treinta años de fracasos políticos de la burguesía argentina. La base popular de ellos emigra hacia la izquierda, algo que se ha acentuado en las elecciones pasadas. Una concertación espuria de aparatos ‘peronistas’ acentuaría la adhesión de su vieja base popular hacia la izquierda combativa.
¿Cree posible que un partido o una alianza de izquierdas llegue al gobierno en 2015 o en 2019?
Es posible que una alianza “de izquierdas” (FAP, Unen y ex Proyecto Sur, Coalición Cívica, CTA) llegue al gobierno en 2015, pero con una salvedad: debería aceptar el lugar de segundo violín de una unión nacional con la fuerza del ‘peronismo’ que emerja con mayor relieve. Esto ocurrirá inevitablemente si se desarrollan los elementos pre-revolucionarios de la situación actual; como lo explicó Engels hace mucho, todos los componentes del sistema político burgués (derecha-izquierda) tienden a formar un bloque único ante amenazas extremas. Es difícil, sin embargo, que esa izquierda pueda ganar las elecciones presidenciales en caso de un desarrollo menos convulsivo.
¿Qué características debería tener para usted una alianza de izquierdas para Argentina, en el actual panorama de crisis económica y financiera mundial?
A partir de esa caracterización del momento histórico -crisis capitalista-, una alianza de izquierda debe tener un carácter anticapitalista, lo que significa expropiación de las grandes corporaciones y bancos, y gestión por parte de los trabajadores. Es la aplicación de este programa lo que podría dar un enorme impulso a la mejora de la calidad de vida de las masas laboriosas. La forma política de este programa debería ser un gobierno de trabajadores. Precisamente, la perspectiva que abre el Frente de Izquierda y de los Trabajadores.