Es la hora de sacar conclusiones estratégicas.
Con la renuncia de la espada más fiel del kirchnerismo, el jefe de Gabinete, suenan las campanas funerarias del proyecto ‘nacional y popular', que no tiene nada de lo uno ni de lo otro.
Un proyecto que vino a sacarle las papas del fuego a la clase capitalista aterrada por el derrumbe de 2001.
Kirchner propuso ‘reconstruir a la burguesía nacional'.
¿Qué tenemos?
Tenemos una patria sojera que se embolsa el 30 por ciento de la riqueza nacional, superexplota a los obreros rurales, evade los impuestos y destruye los bosques y el suelo.
Tenemos el rescate de Aerolíneas, por una cifra incalculable, que arranca de mil millones de dólares; los españoles festejan.
Tenemos la ‘argentinización' de YPF, con plata prestada por Repsol a un capitalista amigo del matrimonio.
Tenemos una deuda externa superior a la de 2001, ajustada por inflación.
Conclusión: Argentina es más dependiente que nunca del capital internacional.
Kirchner se propuso ‘construir poder desde arriba, el Estado'.
¿Qué tenemos?
Tenemos una camarilla de corruptos, como lo muestran Skanska, los superpoderes, los Taselli y un monto de subsidios que llegará al 50 por ciento del presupuesto nacional un aparato de patoteros.
Tenemos un ‘poder' que acaba de capitular en forma miserable ante el capital agrario de terratenientes, fondos financieros y arrendatarios capitalistas, por su negativa a movilizar al millón y medio de obreros rurales que se encuentra en negro y con salarios miserables.
Que acaba de ser ‘traicionado' por los radicales K y los peronistas S (por Solá) y R (por Reutemann), que han formado parte de las alianzas podridas y espurias del oficialismo.
Kirchner propuso ‘redistribuir los ingresos', lo que suena lindo, pero que en realidad significa proteger de cualquier ‘redistribución' el monopolio de la propiedad que se encuentra en manos de una pequeña minoría que ha saqueado al país.
¿Qué tenemos?
Un salario real con menor poder adquisitivo que en los '90.
Tres millones de trabajadores en negro.
Un régimen laboral más tercerizado y flexibilizado que nunca.
Una inflación galopante y un tercio de la población en la indigencia.
¿No es todo esto el toque de difuntos de esta parodia nacional y popular?
La capitulación del matrimonio presidencial ante la derecha y la patronal sojera es una seria advertencia para los trabajadores.
Una vez más la historia nos demuestra que no tenemos salida bajo la dirección de la burguesía nacional y de sus lacayos.
Que los gobiernos patronales pseudonacionalistas ponen en peligro nuestras conquistas, de ningún modo las acrecientan o defienden.
Que su acción miserable devuelve posibilidades a una derecha comprometida con los peores ataques y hasta atrocidades contra los trabajadores.
Es hora de conclusiones: construyamos mediante la deliberación y la lucha una alternativa obrera y socialista.