La aparición del agrupamiento de intelectuales -Plataforma 2012- se produce en el marco de una innegable crisis política, que afecta tanto al oficialismo como a la oposición tradicional. Es un síntoma de la disgregación de antiguas afinidades y de nuevos realineamientos. No tiene lugar en el ámbito exclusivo de la intelectualidad -todo lo contrario, arranca de la política. El kirchnerismo ha gobernado desde 2003 con coaliciones cambiantes, o sea en estado de disgregación perpetua, para culminar, en una fase última de esta experiencia política, con un régimen de arbitraje personal -un bonapartismo tardío. Un secretario de Comercio Interior se ha hecho cargo de todos los menesteres que impone la crisis, como ha ocurrido con tantas eminencias grises en regímenes similares en otros tiempos y países. Lo singular de la crisis política es que deriva, en lo esencial, del agotamiento de los recursos económicos disponibles luego de la bancarrota de 2001, y se da en conexión directa con la crisis capitalista mundial. No hacemos referencia solamente a la aparición de los déficits fiscales y externos, o al uso abusivo de las cajas de la Anses y del Banco Central, sino también al agotamiento de los beneficios extraordinarios permitidos por los bajos salarios y la desorganización laboral provocados por el derrumbe de 2001. Lo que ocurre en el plano de la polémica entre intelectuales debe ser entendido en el marco de la crisis política y, por este motivo, como una lucha entre las tendencias desatadas por esta crisis. Pretender confinarla a una querella de intelectuales, que podría encontrar solución en su ámbito, es una ficción.
Es indudable que la crítica de Plataforma 2012 al ‘doble discurso' de la ‘intelligenzia' oficial, así como su apoyo a las luchas contra la megaminería, la coloca en el ángulo izquierdo del escenario político nacional. Pero es un izquierdismo que hay que precisar, porque su crítica omite al conjunto del aparato estatal responsable por los agravios que sufre el pueblo argentino. Los gobiernos binneristas de Santa Fe o los municipales del ex intendente de Córdoba, Luis Juez, son responsables de la distribución negativa del ingreso y de los niveles de pobreza, a igual o mayor título que el gobierno nacional. Plataforma 2012 no los menciona, e incluso reúne entre sus firmantes o asociados a los representantes políticos de estas fuerzas. Se pueden aceptar como ‘progresivos' o ‘positivos' los planteos de Plataforma 2012, a condición de señalar sus omisiones y límites, en especial cuando absuelve de responsabilidad a gran parte del Estado (nacional, provincial, municipal, Ejecutivo, Parlamento y Justicia), y a las clases sociales que sustentan al conjunto del régimen político. Un agrupamiento de intelectuales debe definir su posición política, lo contrario es oportunismo; debe emprender acciones comunes desde la claridad de sus posiciones políticas.
Una relación de la izquierda revolucionaria intelectual con Plataforma 2012 que oculte estas limitaciones políticas no sería más que un oportunismo barato. Las acciones en común que se deberían encarar por objetivos puntuales compartidos, deben partir de la construcción de una relación polémica. Al sectarismo lo caracteriza el aislamiento y el ultimatismo -de ningún modo la polémica, la delimitación política. Sería el colmo que, al doble discurso del oficialismo y de las diversas variantes de oposición, la izquierda revolucionaria sumara su propio doble discurso, que consistiría en evitar la diferenciación en el plano de la ideología y del programa. La izquierda revolucionaria lucha por desarrollar una dirección socialista a la lucha de clases; no puede ignorar una posición en sentido histórico diverso, que opera como un obstáculo a su objetivo estratégico. La inmensa mayoría de la intelectualidad ignora la característica histórica principal del momento actual, la bancarrota capitalista, así como el ajuste, que es su correlato nacional -o sea la necesidad de una salida anticapitalista como centro de la problemática popular. La izquierda revolucionaria debe laborar para ampliar el círculo de intelectuales que trabaje por esa salida anticapitalista. Esto plantea una relación polémica, por lo tanto, desde campos diferenciados, con los intelectuales que desenvuelven ideas progresistas.
La izquierda revolucionaria intelectual debe relacionarse con el resto de los agrupamientos e, incluso, realizar acciones en común sobre temas y cuestiones en que existan acuerdos, sin sacrificar la exposición pública y polémica de sus posiciones, clarificando los intereses sociales y políticos en disputa. Proceder de otro modo desnaturaliza la unidad de acción y la convierte en seguidismo. El seguidismo conlleva la desgracia, además, de que cuando se hace la cuenta de su daño, ya es tarde para remediar la ventaja que otorgó a sus opositores. La confusión que crea el seguidismo es en extremo perjudicial, por sobre todo en el campo intelectual, donde se dirimen las cuestiones de teoría y de programa. Incluso en las reivindicaciones comunes, el socialista se distingue del democratizante por la estrategia que asigna a su postura. Una acción común tiene más de cruce de caminos que de acuerdos de fondo.
La política de borrar fronteras con agrupamientos intelectuales diferentes, supone que éstos son amorfos o indefinidos, que su falta de compromisos políticos los hace maleables y extensibles. Incluso si esto fuera cierto (rechazamos el determinismo vulgar), formar lo que es amorfo requiere un trabajo que, en este caso, es intelectual, político y, en definitiva, polémico. Por otra parte, nuestros adversarios más encarnizados podrían pensar lo mismo y ufanarse, en consecuencia, de ‘alinear a los desalineados'. Renunciar a una relación polémica es una grave concesión a la derecha que opera en los agrupamientos intelectuales en cuestión.
Por último, es necesario advertir contra el impresionismo -no todo lo que reluce es oro. Sería un error dar por consolidado a un agrupamiento armado a las apuradas por operadores políticos duchos en estos menesteres. No habría que empeñarse en inflar un globo que podría estar pinchado. Al revés, con una actividad honesta y clara deberíamos contribuir a que se delimiten campos en su seno, cuanto antes mejor. La izquierda revolucionaria intelectual debe desarrollar toda la iniciativa posible en el debate político-intelectual.
Intelectuales y Docentes del PO