Uno de los ocho consejeros que integran la asamblea legislativa de las Islas Malvinas declaró al enviado de El Cronista: “Vamos a invitar a las empresas argentinas a que vengan a invertir en la exploración de petróleo. No hay ningún impedimento legal para hacerlo. Las necesitamos” (16/3). Pero aclaró: “hasta que Argentina no nos reconozca como una nación soberana, democrática e independiente no vamos a sentarnos a dialogar” (ídem).
The Economist plantea que “Un liderazgo argentino más maduro debería considerar la explotación de petróleo en las Falklands como una oportunidad económica, no política. Argentina podría ser la mayor base continental para la industria petrolera de las Islas (…) Una Argentina amigable podría obtener grandes beneficios de la cooperación con sus vecinos sudamericanos. Y el petróleo podría constituir una base económica para que los falklanders se declaren independientes, algo a lo que Gran Bretaña seguramente no se opondría” (25/2/10).
“Un liderazgo argentino más maduro” es precisamente la condición que pone Gran Bretaña, aunque ya tuvo ese gobierno bajo el mandato de Menem. La concesión velada del gran semanario británico es que admitiría la independencia política de Malvinas, las que hoy tienen un autogobierno bajo soberanía británica. The Economist está diciendo que la independencia podría ser una transición hacia otra forma de integración política, como la de Hong Kong con China y hasta la de Puerto Rico con Estados Unidos. Por boca de los principales voceros del capital financiero internacional, la autonomía nacional de ‘los isleños’ -a quienes han estado defendiendo liberales y supuestos izquierdista- se identificaría, oportunamente, con sus intereses principales. Las petroleras necesitan, después de todo, un vínculo con el territorio continental de Argentina, una normalización de relaciones políticas con los países de Sudamérica y -por último, pero no menos fundamental- salir del conflicto que les crea a las petroleras que explotan esa zona la imposibilidad de hacerlo en las aguas continentales y el territorio de Argentina.
Lo descripto es también la posición del gobierno de Obama, el cual volvió a aclarar que “no tiene ninguna posición sobre las pretensiones de soberanía de ninguna de las dos partes” y pide “una resolución pacífica” (Clarín, 17/3). Timmerman saludó la posición norteamericana.
Es la posición también de la burguesía argentina, como lo explicitó Montamat, uno de sus voceros: “bajo el paraguas de la soberanía, las negociaciones deberían orientarse a la discusión de la renta del petróleo que puede extraerse de la zona del conflicto. La dificultad logística que impone la restricción argentina (si ésta no ofrece su territorio como base de operaciones de la industria) afecta los costos y disminuye la renta (diferencia entre precios y costos) por barril explotado” (Clarín, 29/2).
Los ritmos
Según algunos informes, la expansión de los negocios petroleros en la plataforma del Atlántico Sur estaría dejando de ser sólo una perspectiva. El gobierno británico ha confirmado el hallazgo de crudo en Sea Lion, en la cuenca norte de Malvinas y ha anunciado el inicio de la explotación en regla dentro de los próximos 24 meses. Una vez más -según El Cronista- centenares de profesionales desembarcan en las islas, en las que se está produciendo un acelerado desarrollo inmobiliario, financiado por las petroleras. “Las estimaciones que se manejan en Malvinas muestran que la firma a cargo de la explotación podría extraer mucho más que los 1.200 millones de barriles estimados en un comienzo, ya que posteriormente han declarado otros yacimientos productivos” (16/3). Las expectativas están puestas ahora en la exploración en el flanco sur del archipiélago, a cargo de la Falkland Oil, la cual acaba de hacer una emisión récord de acciones en la Bolsa de Londres. La administración de las Islas ha planteado la constitución de un fondo con las ganancias de los pozos con explotación confirmada, cuyo piso -al día de hoy- estaría en los 10.000 millones de dólares: una caja fiscal inmensa y apetecida.
Aunque lucen diferentes, la cuestión de Malvinas se liga a la crisis del gobierno con Repsol, que hasta ahora hubiera debido ser la carta de los K en cualquier negociación para ingresar a las operaciones petroleras costas afueras de Malvinas. ¿Acaso el gobierno pretende pseudo-estatizar YPF para incorporar a los capitalistas K en el negocio petrolero nacional -e incluso a chinos y algún grupo ruso- para convertirlos en los protagonistas de una negociación sobre la soberanía del conjunto del archipiélago que, en definitiva, no sería otra cosa que un reparto de áreas petroleras y gasíferas? Por esto mismo, sin embargo, un acuerdo de los K con Repsol es inevitable, toda vez que ésta es una operadora de los fondos de inversión anglo-yanquis y porque se encuentra asociada, en diversos territorios, con sus rivales de distintas ‘nacionalidades’.
La conmemoración del 2 de abril es la pantalla de una burguesía que se ha acordado de sus ‘deberes nacionales’ muy raramente -y siempre en forma episódica, para negociar mejores tajadas en sus negocios.
Juan Carlos Crespo