Está en libertad Fernando Carrera, la cuarta víctima de la “masacre de Pompeya”, ocurrida en enero de 2005. Las otras tres están muertas. Después de siete años de prisión, producto de una causa armada groseramente por la Policía Federal, la Corte Suprema revocó la pena de treinta años de cárcel a la que había sido condenado.
El cineasta Enrique Piñeyro, director de la película El rati horror show, que prueba de manera contundente la inocencia de Carrera, después de agradecer a quienes hicieron posible la revocatoria de un fallo infame, escribe (La Nación, 6/6): “Sin ellos, Carrera sería otro de los argentinos que languidecen en prisión con causas armadas, condenados injustamente por crímenes que no cometieron”.
Esa es, precisamente, la sustancia del asunto: la casi trivialidad del caso. La policía arruina la vida de una persona, organiza una masacre, arma una causa con pruebas fraguadas y la cosa no tiene nada de extraordinario.
En el caso de Carrera, además, intervino la Comisaría 34ª, la que está involucrada en múltiples casos de piratería del asfalto, robo de armas, narcotráfico y demás. En aquella ocasión, confundieron un auto tripulado por supuestos ladrones con el coche de Carrera, tirotearon a quien no era, lo fusilaron (sobrevivió de milagro) y produjeron una masacre que le costó la vida a tres personas -entre ellas, un niño de seis años- en la avenida Sáenz, en pleno centro de Pompeya. Luego, para ocultar su responsabilidad en el desastre, fraguaron una causa y lograron que un tribunal condenara a un inocente a treinta años de prisión.
Si el caso tiene algo de extraordinario fue la intervención de Piñeyro, la repercusión pública que adquirió y la conmoción política que produjo. Por eso Carrera está libre, por eso no resultó ser -como dice el director de El rati horror show- otro de los tantos secuestrados judicial y policialmente en las cárceles argentinas con causas armadas.
Estamos todos en libertad condicional.
A. G.
El cineasta Enrique Piñeyro, director de la película El rati horror show, que prueba de manera contundente la inocencia de Carrera, después de agradecer a quienes hicieron posible la revocatoria de un fallo infame, escribe (La Nación, 6/6): “Sin ellos, Carrera sería otro de los argentinos que languidecen en prisión con causas armadas, condenados injustamente por crímenes que no cometieron”.
Esa es, precisamente, la sustancia del asunto: la casi trivialidad del caso. La policía arruina la vida de una persona, organiza una masacre, arma una causa con pruebas fraguadas y la cosa no tiene nada de extraordinario.
En el caso de Carrera, además, intervino la Comisaría 34ª, la que está involucrada en múltiples casos de piratería del asfalto, robo de armas, narcotráfico y demás. En aquella ocasión, confundieron un auto tripulado por supuestos ladrones con el coche de Carrera, tirotearon a quien no era, lo fusilaron (sobrevivió de milagro) y produjeron una masacre que le costó la vida a tres personas -entre ellas, un niño de seis años- en la avenida Sáenz, en pleno centro de Pompeya. Luego, para ocultar su responsabilidad en el desastre, fraguaron una causa y lograron que un tribunal condenara a un inocente a treinta años de prisión.
Si el caso tiene algo de extraordinario fue la intervención de Piñeyro, la repercusión pública que adquirió y la conmoción política que produjo. Por eso Carrera está libre, por eso no resultó ser -como dice el director de El rati horror show- otro de los tantos secuestrados judicial y policialmente en las cárceles argentinas con causas armadas.
Estamos todos en libertad condicional.
A. G.