La división en puerta de la CGT tiene una enorme envergadura, porque es la consecuencia del intento del gobierno de digitar a su dirección y regimentar su actuación. El kirchnerismo ya disgregó a la CTA y convirtió al yaskismo en un títere. La embestida contra la independencia formal de la CGT expresa la crisis del arbitraje del gobierno, al cual no le alcanza con el apoyo de una burocracia sindical que goza de alguna autonomía. En el fondo, se trata de la exigencia política que impone el ajuste y, más allá del ajuste, la demolición del ‘modelo’ económico del oficialismo
El cristinismo trató en octubre de 2010 (poco antes del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra) de ‘articular’ con la juventud sindical de Facundo Moyano, pero derivó en lo contrario. Precisamente en la Unión Ferroviaria, el oficialismo está desarrollando un trabajo intenso para apropiarse de los despojos del pedracismo, mediante el reclutamiento de lo que queda de su aparato, la presión de la Secretaría de Transporte y la colaboración de la burocracia de La Fraternidad. Del mismo modo, ha logrado poner de su lado a un conjunto de burocracias encabezadas por Foetra, donde se encuentran quienes ahora son ex moyanistas con yaskistas que vienen del sector del clasismo que decidió, hace un par de años, “cavar trincheras con la burocracia” (Marín, Pianelli y varios otros). La mayor dificultad del gobierno para armar una CGT que pueda ser manejada con botones desde la Rosada es el derrumbe económico y no la falta de burócratas serviciales. Hasta el ultrakirchnerista sindicato de la Afip o el Suteba de Baradel han tenido que salir a reclamar contra el impuesto al salario o la aniquilación de los salarios familiares. Las paritarias siguen en un campo de crisis, aun las cerradas, por el recrudecimiento inflacionario -cosa que ya tuvo antecedentes. Además, el kirchnerismo -de Néstor a Cristina- se quedó con un vuelto de 12 mil millones de las obras sociales -lo que la burocracia sindical pretende recuperar, al menos en parte.
En oposición a la digitación, se explican los devaneos de Moyano acerca de “un presidente de los trabajadores” y hasta de un movimiento político propio. Para un análisis ulterior, dejemos constancia de que planteos similares se discuten en la Central Obrera de Bolivia y en la Fiom (metalmecánicos) de Italia. Más allá de las limitaciones insalvables de estas propuestas, ponen en evidencia que la crisis mundial y las tentativas de estatización de los sindicatos han puesto en debate la independencia política de la clase obrera.
Los límites de Moyano están a la vista: se anotó enseguida con Scioli cuando éste planteó su candidatura alternativa 2015; asimismo pretende convertir en compañeros de ruta a Venegas y Barrionuevo. Moyano opera para desarmar la resistencia de los trabajadores contra los topes a las paritarias y contra el impuesto al salario. Ya a mediados de 2000, sin embargo, había caracterizado que el peronismo había dejado de ser un canal para el movimiento obrero y que éste debería construir un partido propio. Dijo lo mismo, recientemente, cuando renunció a su cargo en el PJ. Más allá del fuego de artificio de todo esto (y de su finalidad distraccionista), pone en evidencia, de cualquier modo, la actualidad del planteo de un partido de la clase obrera.
En resumen: el asalto de la CGT por parte de la Rosada ha puesto en la agenda la cuestión de la independencia de clase de los sindicatos. La Presidenta descubrió, a pesar suyo, sus intenciones cuando recordó hace poco que José Espejo, el secretario general de la CGT que digitó Perón, quedó borrado de los archivos de la historia como consecuencia de su servilismo. Curiosamente, los nietos de la gloriosa JP se han puesto en la vereda de enfrente de la autonomía sindical, lo que deja en evidencia, de nuevo, el carácter regimentador estatal de la pequeña burguesía nacionalista. De aquí se desprende la vigencia del planteo del Congreso de Bases de la CGT: por un lado, como una respuesta a la ofensiva estatal; por el otro, como un planteo de lucha política frente a la burocracia que se defiende de ese asalto estatal con su método y en el marco de sus intereses.
(Conclusiones de un debate en el Comité Nacional del PO)