La incertidumbre en los mercados de acciones, junto con la serie de medidas de estímulo aplicadas en todo el mundo, alentó la compra de propiedades y elevó la demanda de las llamadas ‘inversiones de pasión’, que incluyen arte, deportes, joyas. Según el Knight Frank Wealth Report, la proporción de individuos de alto patrimonio neto que mostraron interés en las inversiones en obras de arte en 2011 se incrementó 25% comparado con 2010. Esos activos no son sólo percibidos como más seguros, sino que también cumplen una compleja serie de exigencias estéticas y emocionales”. El artículo de Laura Battle, publicado por El Cronista Comercial se llama “El refugio de valor más seguro: el arte y las propiedades de lujo” (23/4).
Con un título similar, y en relación con la venta de la obra de Edward Munch, “El Grito”, en una subasta, publiqué el artículo en La Gaceta (4/5), “El arte, refugio de capitales”. ¿Cómo se explica que en estos tiempos de crisis económica se puedan pagar millones de dólares por una obra de arte? ¿Cómo se le fija un valor a una obra? ¿Por qué algunas valen 10 millones y otras 60 ó 100?, me preguntaba allí. El mercado del arte siempre fue una incógnita para mí; y nunca me interesó, por otra parte. Sí puedo recordar que el ‘boom’ se inició a fines de la década del ’80, cuando los japoneses hicieron trepar por las nubes los precios de pinturas impresionistas y expresionistas (Ryoei Saito pagó 82,5 millones de dólares por el “Retrato del doctor Gachet”, de Van Gogh). Desde entonces, no importa cuánta crisis haya si hay capitales que están dispuestos a invertir. Porque en el mercado del arte, por lo general, siempre se trata de inversiones (el arte sirve como un refugio de capitales, como cualquier otra mercancía), incluso con compras que tienden a prestigiar a determinadas monarquías o imperios, como es el caso del emirato de Qatar. “El Grito” pertenece a un conjunto de pinturas cuya popularidad no tiene parangón, como “La Mona Lisa” y “La última cena”, de Leonardo; el “David”, de Miguel Angel, y las “Marilyns”, de Andy Warhol. Siendo la obra una mercancía en el sistema capitalista, su valor se determina por la ley de la oferta y de la demanda. En las subastas (de Sotheby’s y Cristhie’s), en especial, se activa la demanda, se la estimula, por lo que su precio crece considerablemente, al ser escasa la oferta. Las grandes subastas internacionales son todo un modelo de cómo el arte ha devenido en una mercancía más en el capitalismo.
Así, el arte se ha ido convirtiendo en un negocio millonario, una forma de inversión similar a las acciones, los inmuebles, el oro, o la soja, por estos lados. Y un lienzo como “El Grito” es un valor seguro, que sólo puede aumentar de precio con el tiempo. Como para tener un ejemplo de cómo funciona el mercado: el coleccionista Charles Saatchi compró en 1991 por 50.000 libras un tiburón en formol de Damien Hirst: 13 años después lo vendió por 6,5 millones de libras.
De todos modos, vale aclarar, las obras de arte no solamente las adquieren los individuos; también lo hacen importantes fondos de inversión y bancos, para resguardar inversiones de sus clientes (lo que se llama activo refugio). El fenómeno se observa con particularidad en nuestro país, en la feria de arteBA, donde las mayores compras las vienen realizando grandes empresas como la aseguradora suiza Matching Funds, Petrobras, Mercedes Benz y Chandon, además del Citi que se ha incorporado en los últimos años. En esta edición de la feria, que se realizó hace algunas semanas, se ha podido observar que el torniquete de Moreno al dólar derivó ahorros hacia el arte, por lo que todas las galerías han admitido el crecimiento de sus ventas (las galerías se quedan con entre el 40 y el 50% del valor de la obra, pero cada una de ellas debe pagar por el stand en la Sociedad Rural -según su tamaño-, no menos de 10.000 dólares). En términos más generales, también se sabe que no son pocos los extranjeros que compran en el país a un valor de 10.000 dólares la obra, un precio que suizos, belgas e ingleses consideran de liquidación, prácticamente.
De cualquier forma, el mercado interno de las artes plásticas en Argentina, si bien ha crecido en los últimos tres años, sigue siendo pequeño en relación con Brasil, por ejemplo: según las estimaciones, su volumen supera un poco nomás los 30 millones de dólares anuales.
“Aunque a mucha distancia de las cifras que se mueven en otros lugares del mundo, existe una incipiente tendencia a buscar en la plástica un valor de refugio en épocas turbulentas”, reconoció recientemente uno de los operadores.
Como podemos apreciar, en el capitalismo nada escapa a las reglas del mercado, ni siquiera aquello que podemos sostener como producción simbólica.
Jorge Figueroa (@jorgesfigueroa)