Los 70.000 trabajadores que colmaron la Plaza de Mayo este miércoles superaron el marco de una movilización de “aparato” de los gremios alineados con Moyano. La adhesión a la jornada introdujo fracturas en gremios cruciales, como Smata y Luz y Fuerza. En el caso de los mecánicos, la seccional Córdoba adhirió al paro contra su secretario general nacional, en el marco de las suspensiones en las automotrices. El sindicato de técnicos aeronáuticos reunió una importante columna, en medio de un paro macizo. Movilizaron varias importantes comisiones internas de Atilra, en oposición a la dirección del sindicato. En Acindar de Villa Constitución, el activismo batalló por el paro contra la seccional (dirigida por la CTA Micheli) y contra la dirección de la fábrica (kirchnerista). La columna de los cuerpos de delegados clasistas, junto al Frente de Izquierda, ocupó todo un flanco de la plaza y las inmediaciones. Delegados fabriles de gráficos, la alimentación, el subte o ferroviarios -entre otras- expresaron la batalla que dio la izquierda contra el cerrojo que el kirchnerismo intentó colocar en esos sindicatos. La Plaza recogió también la presencia espontánea de muchos trabajadores que vinieron por su cuenta. Fue, en definitiva, una gran demostración obrera.
Moyano captó parte de estos desplazamientos sindicales cuando señaló que “muchos trabajadores vinieron sin sus dirigentes”. Reclamó la nacionalización del Banco Hipotecario, mientras se burlaba del plan de viviendas oficial, también denunció la tercerización laboral o los haberes jubilatorios. Pero no le dio ninguna salida a las reivindicaciones que impulsaron la jornada. Moyano no anunció ninguna continuidad para después del 27, ni por el impuesto al salario ni por ninguna otra reivindicación. En cambio, dedicó buena parte de su discurso a hacer una reivindicación histórica y política del peronismo -algo que no hubiera sido necesario si no estuviera cuestionado. Los comentaristas interpretaron que busca impulsar un bloque opositor con las viudas del kirchnerismo que anidan en el PJ, o que todo no es otra cosa que parte de una interna peronista. Se equivocan: Moyano está tratando de definir límites a una evolución de la clase obrera que la saca de los marcos del peronismo. Hay una bancarrota capitalista mundial y los trabajadores se enfrentan a tareas que tienen un potencial revolucionario. Los destinatarios de la propuesta de Moyano, de todos modos, son tan ajustadores como el gobierno, de modo que difícilmente sean el remedio para la enfermedad.
El discurso de Moyano fue dirigido contra el clasismo; en un tramo presentó a los empresarios -o sea a los patrones- como trabajadores.
El moyanismo está reiterando la historia de finales de los ’90, cuando -con el MTA- trabajó en favor de un frente político devaluacionista en reemplazo del “modelo” menemo-cavallista. Moyano llamó a aprovechar “las circunstancias económicas favorables”, enfatizando -como todos los opositores- que “no estamos en 2001″. Lo que quiere decir es: hagamos el ajuste de conjunto ahora, ya que el precio de la soja todavía es alto, para evitar hacerlo cuando se derrumbe. Es un llamado a la concertación nacional, como el que días antes hizo Binner. Binner y Moyano sorprendieron a todo el mundo cuando se prodigaron elogios mutuos durante la pasada campaña electoral. La tentativa de Moyano de encuadrar la Plaza del 27 en los límites del peronismo responde mucho más al pasado que a las tendencias actuales de la clase obrera. Ingresamos en una etapa de formidable revulsión en los sindicatos, que debe servir para un desarrollo político inédito de la izquierda revolucionaria.
Marcelo Ramal
Moyano captó parte de estos desplazamientos sindicales cuando señaló que “muchos trabajadores vinieron sin sus dirigentes”. Reclamó la nacionalización del Banco Hipotecario, mientras se burlaba del plan de viviendas oficial, también denunció la tercerización laboral o los haberes jubilatorios. Pero no le dio ninguna salida a las reivindicaciones que impulsaron la jornada. Moyano no anunció ninguna continuidad para después del 27, ni por el impuesto al salario ni por ninguna otra reivindicación. En cambio, dedicó buena parte de su discurso a hacer una reivindicación histórica y política del peronismo -algo que no hubiera sido necesario si no estuviera cuestionado. Los comentaristas interpretaron que busca impulsar un bloque opositor con las viudas del kirchnerismo que anidan en el PJ, o que todo no es otra cosa que parte de una interna peronista. Se equivocan: Moyano está tratando de definir límites a una evolución de la clase obrera que la saca de los marcos del peronismo. Hay una bancarrota capitalista mundial y los trabajadores se enfrentan a tareas que tienen un potencial revolucionario. Los destinatarios de la propuesta de Moyano, de todos modos, son tan ajustadores como el gobierno, de modo que difícilmente sean el remedio para la enfermedad.
El discurso de Moyano fue dirigido contra el clasismo; en un tramo presentó a los empresarios -o sea a los patrones- como trabajadores.
El moyanismo está reiterando la historia de finales de los ’90, cuando -con el MTA- trabajó en favor de un frente político devaluacionista en reemplazo del “modelo” menemo-cavallista. Moyano llamó a aprovechar “las circunstancias económicas favorables”, enfatizando -como todos los opositores- que “no estamos en 2001″. Lo que quiere decir es: hagamos el ajuste de conjunto ahora, ya que el precio de la soja todavía es alto, para evitar hacerlo cuando se derrumbe. Es un llamado a la concertación nacional, como el que días antes hizo Binner. Binner y Moyano sorprendieron a todo el mundo cuando se prodigaron elogios mutuos durante la pasada campaña electoral. La tentativa de Moyano de encuadrar la Plaza del 27 en los límites del peronismo responde mucho más al pasado que a las tendencias actuales de la clase obrera. Ingresamos en una etapa de formidable revulsión en los sindicatos, que debe servir para un desarrollo político inédito de la izquierda revolucionaria.
Marcelo Ramal