La movilización de masas a la Plaza tuvo un alcance político infinitamente mayor que las 60 ó 70 mil personas que se reunieron allí. Tengamos en cuenta que paró un solo gremio, camioneros. Pero la mitad de la colmada Plaza de Mayo no era camionera.
Por eso mismo, hay que tener en cuenta el impacto político en las filas obreras. Un millón de personas siguieron en vivo el discurso de Moyano a razón de 6,4 puntos de rating en TN y alrededor de tres puntos en el resto de los canales de noticias. En las fábricas metalúrgicas y de infinidad de actividades, las radios estuvieron en el dial que reproducía en directo el discurso.
La deliberación política abierta por el discurso de CFK el día anterior, cuando atacó los reclamos obreros y a “Los Dragones” de Chubut -como lo había hecho antes con los docentes, el subte y la Línea 60- rompió una relación política de la clase obrera con el kirchnerismo un día antes de la movilización.
Moyano develó un proceso de crisis y realineamientos, cuando denunció que los dirigentes que se plegaron al gobierno fueron apretados por el poder y la caja del APE, pero las bases estaban en la Plaza. La movilización fue masiva con abandono de plantas en plásticos o papeleros, al igual que en Apta -gremios en los cuales el clasismo movilizó como fracción interna de esos sindicatos. Al igual que lo hicieron la mayoría de la agrupación clasista camionera, que se movilizó con el clasismo y el FIT.
En cambio, los ferroviarios, los gráficos (los más masivos), el subte, la alimentación o docentes se movilizaron en una maciza columna, que -al decir de un periodista de Clarín- fue “más importante que ninguna de las columnas sindicales no camioneras”. Claro, sindicatos combativos como AGD o el Sitraic movilizaron también su concurrencia con este reagrupamiento que trascendió las fronteras del Frente de Izquierda. El Frente de Izquierda fue un factor aglutinador en el corto, cortísimo lapso de organización de esta movilización.
El paro descomunal de la docencia bonaerense contra Yasky, el paro del Sutna San Fernando (tentado de marchar con el clasismo ante la defección de la CTA Micheli), las fracciones masivas estatales que prefirieron la Plaza antes que la anodina convocatoria de Micheli o el contingente de casi cien compañeros del Subte, quienes desafiaron el boicot de la dupla Pianelli-Segovia que llamó a “no parar con la derecha” ,completan un nuevo cuadro en el movimiento sindical.
Moyano dedicó la plaza a posicionarse para retener una CGT que repetirá viejas historias de pelea por la sede de Azopardo (como en los ’60 y comienzos de los ’80). Pero careció de un planteo para dar una salida a esta quiebra de la relación entre la clase obrera y el gobierno cristinista, el cual -como Isabel Perón- golpeó el puño para afirmar un tope salarial que quebró la huelga general antes y después de otro 27 de junio hace 37 años. Como tributario de un Scioli y un Macri que le sacaron el cuerpo porque el ajuste está primero, carece de toda perspectiva política. Se quedó en la B de la interna sindical.
Néstor Pitrola