De los asistentes internacionales, se destacó el nacionalista Cuhatémoc Cárdenas, fundador del PRD mexicano y ex candidato a presidente por ese partido. Al evento fue invitado Jorge Altamira, quien no pudo concurrir por encontrarse en Brasil, en las jornadas sobre “la izquierda en América Latina”. En su lugar asistió Marcelo Ramal.
La jornada, coordinada por el doctor Juan Gabriel Tokatlian, director del instituto de relaciones internacionales de la UTDT, tuvo dos ejes principales: la crisis ambiental global, a partir de la emisión de gases de efecto invernadero, y ciertas experiencias de política petrolera en América Latina. En la primera cuestión, expositores de la Unión Europea y de Brasil trazaron un panorama escalofriante respecto de las emisiones: en el siglo XX, su nivel ha duplicado la media histórica -relativamente estable- que se sostuvo durante varios centenares de miles de años. La cuestión fue retomada a lo largo de la jornada por varios especialistas, con fuertes denuncias sobre el papel de los países industriales y su desconocimiento sistemático de los tratados internacionales en materia de reducción de emisiones. En esas exposiciones, prevaleció la tesis de un límite irrevocable al crecimiento o -como llaman otros -una ‘crisis civilizatoria’. Para ellos, la contaminación sería resultado irrevocable del desarrollo de las fuerzas productivas, con independencia de la organización social que rige tal desarrollo.
En su intervención, Marcelo Ramal destacó que los mismos panelistas habían expuesto las premisas técnicas de salida a esta crisis, en el impulso a fuentes alternativas y no contaminantes de energía, como la eólica, solar o de biomasa. Pero una planificación energética a partir del interés general es incompatible con la competencia entre los monopolios petroleros y sus Estados, para defender sus tasas de beneficio. Como fue admitido por un panelista ante una pregunta nuestra, la crisis mundial agravó la incompatibilidad entre el medio ambiente y la organización social vigente, ya que la lucha por la reducción de costos ha impuesto una mayor laxitud en los controles ambientales. La respuesta a ello -señalamos- no es la detención del progreso humano, sino una transformación social.
El debate sobre las políticas petroleras fue intenso. Cárdenas denunció la política sistemática de vaciamiento de Pemex por parte de los gobiernos y el Estado mexicano. Reveló que las reservas de la petrolera estatal cayeron un 40% desde 2000 hasta hoy. El dirigente del PRD destacó el carácter negativo de las ‘privatizaciones periféricas’ (tercerizaciones) y la succión de recursos por parte del Estado mexicano. No señaló, sin embargo, otro aspecto de la privatización de Pemex: su participación como accionista de Repsol, entrelazando a la petrolera con el capital financiero que está hundido en el marasmo de la bancarrota europea.
A renglón siguiente, Gadano expuso sobre la historia y la actual situación de YPF, sin duda el momento más polémico de la jornada. En su conclusión, el economista destacó la impasse de la petrolera, que “ha expropiado a un socio al que no resarció” y que sólo podría obtener recursos propios en un cuadro tarifario sustancialmente diferente al actual. El debate recorrió diversas aristas y pareció separar a los “partidarios de la intervención del Estado”, por un lado, y a los privatistas del otro. Entre éstos, un reconocido vocero de las privatizaciones menemistas -Francisco Mezzadri- dio a YPF por “perdida”. Llamó a desarrollar las ‘oportunidades’ del 70% de la producción de hidrocarburos que está en manos de ‘otros operadores’ privados, y que sencillamente desconoce los esfuerzos oficiales por relanzar a YPF de la mano de una asociación con monopolios privados. El gran capital petrolero espera el agotamiento de la política oficial.
En nuestra intervención, destacamos que el estatismo K ha sido y fue un rescate integral de la privatización menemista del petróleo. La política de subsidios al consumo de energía abarató los costos del capital industrial que la emplea, y el valor de la fuerza laboral contratada por aquél. El presupuesto público, por lo tanto, fue colocado al servicio de una política de rescate del capital. Esa orientación -dijimos- terminó estrellada contra el derrumbe fiscal, por un lado, y con la crisis mundial por el otro. Esta última dejó tambaleando a Repsol, uno de los grandes beneficiarios de la política oficial. La semiestatización llega con una YPF semiquebrada, después de haber sido el vehículo de una gigantesca fuga de capitales (repatriación de dividendos). Pero la salida oficial a esta crisis es una re-privatización: como otros modelos de petroleras mixtas, la orientación de YPF queda subordinada a los dictados del mercado financiero internacional, en cuyas bolsas continuará cotizando. Esa reprivatización se verifica, por otra parte, en la voluntad de asociación con grupos petroleros internacionales. Repsol ha salido sólo para ser reemplazada por Chevron, Exxon Mobil u otras. Estos aspirantes a socios, sin embargo, exigen la libre repatriación de utilidades, las mismas condiciones que tenía Repsol. Pero el plan Galuccio -con un 70% de inversiones proveniente de recursos propios- delata que la política oficial no tiene por ahora otros ‘aportantes’ inmediatos que los trabajadores y consumidores argentinos, a costa de fuertes tarifazos. En oposición a este nuevo rescate sin futuro de la privatización menemista, impulsamos una nacionalización que implique la reapropiación de la renta petrolera como patrimonio social, bajo la gestión directa de sus trabajadores y técnicos. Gadano y otros especialistas admitieron y comentaron varias de nuestros señalamientos, aunque -naturalmente- no nuestras conclusiones políticas. Un pequeño comentario de ¡Eco Clarín (domingo 23/9) refleja el debate desarrollado y también la participación del PO, que es un resultado del interés que despiertan nuestros planteamientos políticos en un amplio abanico de la intelectualidad y de las clases sociales.
Marcelo Ramal