La crisis de la burocracia sindical (que alcanzó un punto explosivo con el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra y la condena a Pedraza) y su atomización, al ritmo de las fracturas del PJ, ha instalado en la agenda política la cuestión del régimen de los sindicatos. El ascenso del activismo en empresas y sindicatos ha sido uno de los factores principales de esta crisis. Varias decisiones de la Corte Suprema, las que reconocen la capacidad de representación colectiva a los sindicatos simplemente inscriptos, han convencido a la burocracia de que el viejo régimen ha entrado en contradicción con los trabajadores y con el régimen político. Por eso, han comenzado a pronunciarse en favor de cambios parciales, que les permitan conservar el monopolio de las organizaciones. También dio lugar a que Massa y el moyanismo hayan comenzado a plantear “democratizar algunos aspectos” y “perfeccionar el modelo sindical”. Facundo Moyano anunció un proyecto de ley para “terminar con la reelección indefinida y algunos aspectos de los estatutos que impiden la presentación de listas opositoras”. Ante los respingos de Caló, Facundo tuiteó que “la falta de democracia obliga a algunos laburantes a crear sindicatos paralelos en vez de disputar internamente”.
Según Julián De Diego, la atomización de los sindicatos ha creado preocupación en la UIA, que alega el peligro de una proliferación de interlocutores sindicales. El agotamiento de la experiencia de liderazgo de Moyano fue, no casualmente, el síntoma más fuerte del derrumbe del arbitraje del gobierno K. Está en debate un aspecto clave del régimen político en la Argentina: la regimentación de los sindicatos.
La burocracia ha estado de espaldas a los reclamos contra la ‘precariedad laboral’ que sostuvo la salida a la crisis de 2001. Las huelgas obreras( como los petroleros, Dragones, las empresas de la alimentación, Cables Lear, Impresores, Kromberg, Masccardi, docentes neuquinos, las ocupaciones del Ingenio en Orán, por citar algunos ejemplos) escaparon a los sindicatos formales. Lo sufrió hasta Moyano, cuando mil compañeros de Aesa y Cliba pararon al margen de la dirección camionera ante el descuento confiscatorio de ganancias en el último medio aguinaldo.
Los convenios y acuerdos salariales no son aprobados en asambleas de gremio, los paritarios son elegidos a dedo y no tienen mandato previo. La única paritaria de base ha sido protagonizada por el gremio de prensa, precisamente por la oposición antiburocrática.
La seudo “democratización” que plantea un sector de la burocracia busca neutralizar el proceso de lucha por una nueva dirección en el movimiento obrero. Facundo Moyano explica que el “modelo sindical argentino es el mejor del mundo, pero eso no indica que no sea perfectible”. El propio moyanismo tiene sindicatos simplemente inscriptos en gremios de sindicatos rivales. Quiere cambiar algo para que nada cambie. Remover algunas caras, sin embargo, no hace al fondo de la cuestión.
Massa ha recogido el problema que plantea la próxima etapa del postkirchnerismo; por eso ha tomado la iniciativa de ‘reunificar’ a la CGT, sobre la base de un pacto político -en esencia, una tregua de medio año para ‘aguantar’ la devaluación del peso. Una reorganización económica con eje en la devaluación requiere algún tipo de pacto social. Binner también ha planteado la necesidad de un “consenso social”.
El aprovechamiento de esta crisis para avanzar en la independencia y democracia en los sindicatos, y en el ascenso de direcciones clasistas plantea una lucha integral -sindical y política-; o sea, una fusión de la izquierda revolucionaria en ascenso con el activismo obrero y el movimiento obrero en su conjunto. El primer punto de esta agenda estratégica es la lucha por los aumentos de salarios y jubilaciones ajustados según la inflación, y la reapertura de las paritarias. Es necesario desarrollar la conciencia contra la tregua postkirchnerista que están tejiendo, en estos mismos momentos, las burocracias sindicales con el oficialismo y con Massa, Binner, De la Sota y las patronales. La derogación de la ley de asociaciones sindicales, que consagra la estatización de los sindicatos, no debe entenderse en clave legislativa sino de lucha, como una rueda auxiliar para cuestionar a la burocracia y reunir las condiciones para expulsarla de los sindicatos.
Según Julián De Diego, la atomización de los sindicatos ha creado preocupación en la UIA, que alega el peligro de una proliferación de interlocutores sindicales. El agotamiento de la experiencia de liderazgo de Moyano fue, no casualmente, el síntoma más fuerte del derrumbe del arbitraje del gobierno K. Está en debate un aspecto clave del régimen político en la Argentina: la regimentación de los sindicatos.
La burocracia ha estado de espaldas a los reclamos contra la ‘precariedad laboral’ que sostuvo la salida a la crisis de 2001. Las huelgas obreras( como los petroleros, Dragones, las empresas de la alimentación, Cables Lear, Impresores, Kromberg, Masccardi, docentes neuquinos, las ocupaciones del Ingenio en Orán, por citar algunos ejemplos) escaparon a los sindicatos formales. Lo sufrió hasta Moyano, cuando mil compañeros de Aesa y Cliba pararon al margen de la dirección camionera ante el descuento confiscatorio de ganancias en el último medio aguinaldo.
Los convenios y acuerdos salariales no son aprobados en asambleas de gremio, los paritarios son elegidos a dedo y no tienen mandato previo. La única paritaria de base ha sido protagonizada por el gremio de prensa, precisamente por la oposición antiburocrática.
La seudo “democratización” que plantea un sector de la burocracia busca neutralizar el proceso de lucha por una nueva dirección en el movimiento obrero. Facundo Moyano explica que el “modelo sindical argentino es el mejor del mundo, pero eso no indica que no sea perfectible”. El propio moyanismo tiene sindicatos simplemente inscriptos en gremios de sindicatos rivales. Quiere cambiar algo para que nada cambie. Remover algunas caras, sin embargo, no hace al fondo de la cuestión.
Massa ha recogido el problema que plantea la próxima etapa del postkirchnerismo; por eso ha tomado la iniciativa de ‘reunificar’ a la CGT, sobre la base de un pacto político -en esencia, una tregua de medio año para ‘aguantar’ la devaluación del peso. Una reorganización económica con eje en la devaluación requiere algún tipo de pacto social. Binner también ha planteado la necesidad de un “consenso social”.
El aprovechamiento de esta crisis para avanzar en la independencia y democracia en los sindicatos, y en el ascenso de direcciones clasistas plantea una lucha integral -sindical y política-; o sea, una fusión de la izquierda revolucionaria en ascenso con el activismo obrero y el movimiento obrero en su conjunto. El primer punto de esta agenda estratégica es la lucha por los aumentos de salarios y jubilaciones ajustados según la inflación, y la reapertura de las paritarias. Es necesario desarrollar la conciencia contra la tregua postkirchnerista que están tejiendo, en estos mismos momentos, las burocracias sindicales con el oficialismo y con Massa, Binner, De la Sota y las patronales. La derogación de la ley de asociaciones sindicales, que consagra la estatización de los sindicatos, no debe entenderse en clave legislativa sino de lucha, como una rueda auxiliar para cuestionar a la burocracia y reunir las condiciones para expulsarla de los sindicatos.
Néstor Pitrola