En La Nación, al día siguiente de las elecciones, uno de los voceros de las grandes patronales, Joaquín Morales Solá, anticipó que "ahora vendrá una etapa de sinceramiento que podría elevar de manera considerable el porcentaje de desempleados".
La voluntad de aplicar una política de ‘ajuste' fue, precisamente, la razón que tuvo el gobierno para adelantar la convocatoria a elecciones, y ha sido también el reclamo de las entidades empresarias y de los partidos patronales que ganaron el domingo pasado.
La reacción política contra el agotamiento del kirchnerismo ha sido capitalizada, por ahora, por la clase capitalista.
Más contundente que Morales Solá fue, el mismo día, uno de los principales voceros de la patronal, Julián de Diego, en El Cronista.
Denuncia, en medio de las paritarias metalúrgicas y de un inminente conflicto salarial con Techint, "un mapa verdaderamente caótico de las relaciones laborales (...); un deterioro singular de la negociación colectiva (...); el estado de rebelión en el mundo laboral (...); la reactivación del activismo en las empresas (...); los delegados que pasan a tener un protagonismo clave, por sí, y por el entorno de poder que crearon (...); el estado asambleario creado en muchas empresas líderes o con grandes dotaciones (...) Con estos fenómenos -concluye De Diego- se ha alterado sin dudas la paz social reinante en otras épocas".
Estamos frente a un claro programa de ataque contra la clase obrera, que está directamente relacionado con la salida que la burguesía impulsa frente a la bancarrota capitalista.
El mismo De Diego es muy claro: "En el ámbito empresario sólo se escucha: bajó el nivel de facturación, la rentabilidad está comprometida, y frente a las dificultades de la cadena de pagos, tenemos problemas financieros".
Ni una palabra sobre la desocupación, que ya es de dos millones de trabajadores, o sea el 14% de la población activa, ni sobre las suspensiones ni sobre los bajos salarios.
Es que la salida capitalista implica más desocupación, más suspensiones y menos salarios -y, por lo tanto, más ‘caos en las relaciones laborales', más ‘rebelión en el mundo laboral', más ‘protagonismo de los delegados', más ‘estado asambleario'.
Llamamos a los trabajadores a prepararnos para una lucha social y política sin precedentes.
Se ha venido abajo el precario arbitraje oficial en las relaciones laborales y se abre un período de ofensiva directa del capital contra los trabajadores.
Se inicia una nueva intervención del FMI, reclamada por la inmensa mayoría de los partidos que ganaron las elecciones del domingo pasado.
Pero también se inicia una etapa de intensificación de la crisis política y de la capacidad de gobierno de los capitalistas.
Por medio de la organización, debemos hacerles morder el polvo de la derrota.
Reclamemos asambleas generales y por lugar de trabajo a los sindicatos, para iniciar un plan de lucha contra los despidos y las suspensiones (por el reparto de las horas de trabajo sin tocar el salario y por la expropiación de toda empresa que cierre) y por la defensa de las paritarias, el aumento de los salarios y el 82% móvil para los jubilados.
Los planteos del Partido Obrero en la campaña electoral mostrarán toda su vigencia en la etapa que comienza y serán el instrumento programático de los trabajadores.