El nombramiento de Marcó del Pont en el Banco Central vino acompañado de anuncios sobre el uso de las reservas para financiar "proyectos industriales", "obras de infraestructura" y otras promesas similares. Marcó del Pont se ganó para siempre el mote de "desarrollista" como jefa de gabinete del secretario de Industria, De Mendiguren, bajo el gobierno de Duhalde, cuando Techint logró la pesificación de las deudas bancarias de su "cluster" de empresas -proveedores, contratistas y subcontratistas-, y una superdevaluación para sus propias exportaciones de acero. Es cierto que, ahora, los rumbos de Techint y los K no marchan en paralelo, pero la sangre tampoco ha llegado al río: el proteccionismo frente a Brasil apuntala los negocios de Techint en un mercado mundial de la siderurgia que está sobresaturado. La flamante presidenta del Central, que solamente será nombrada hasta septiembre, ya es vista como una nueva devaluadora, pero a esto la ayudará el propio mercado si se confirma la tendencia del real brasileño a la devaluación como consecuencia de la salida de capitales de ese país y del deterioro de su cuenta de pagos con el exterior.
Mientras tanto, sin embargo, todo indica que los devaneos industrialistas quedarán de lado, al menos por ahora. Entre la deuda pública, el déficit fiscal nacional y las finanzas provinciales al borde de la quiebra, la nueva presidenta del Central tendrá que hacer las veces de síndico de un gigantesco concurso preventivo. Por lo pronto, el gobierno prometió solventar una parte de las deudas provinciales, que podrían ascender a los 20.000 millones de pesos, dado que ha quedado clausurada la vía de un endeudamiento de las provincias a partir del defol de Grecia. Pero el Tesoro nacional, por su parte, carga con su propio agujero para el año 2010. Aún suponiendo una mejora en la recaudación, su déficit podría alcanzar los 50.000 millones de pesos, algo así como dos "fondos del bicentenario".
De todos modos, los planes de Kirchner-Marcó del Pont han recibido un golpe más profundo: el de la crisis mundial, ahora en la fase de la quiebra de Estados enteros. El defol de Grecia, el desbarranque de España y el de Portugal han puesto en peligro el canje de deuda de Kirchner-Bodou; en todo caso, será imposible conseguir nuevos créditos baratos pues el "riesgo país" de Argentina, de 1100 puntos, es casi tres veces superior al griego, de 450 puntos. Esta evolución también afectará al superávit comercial previsto para Argentina -13 mil millones de dólares-, pues el recrudecimiento de la crisis mundial ha disparado una caída del precio de las materias primas que exporta Argentina.
No sorprende, en este cuadro, que Néstor Kirchner se haya declarado ahora partidario de "cuidar el dólar" (La Nación, 7/2) y que la propia Del Pont esté pendiente de "monitorear" el movimiento de las reservas, según parece, "día por día". A la luz de este cuadro de conjunto, el horizonte de una fuga de capitales es mucho más palpable que los afanes desarrollistas de Marcó del Pont. Ante esa variante, Kirchner-Del Pont se parecen como dos gotas de agua al vencido Redrado, que quería las reservas para sostener la salida de capitales. Después de todo, la economista desarrollista no se privó de participar, en los 90, de las administraciones menemistas.
En esta misma línea, los mandantes de Marcó del Pont -la Unión Industrial- se aprestan a pronunciarse en las próximas horas por "la estabilidad monetaria y cambiaria" y, por supuesto, "la lucha contra la inflación". Los remarcadores seriales apuntan, en este caso, a las próximas paritarias. Antes de una nueva ola devaluatoria, la burguesía nacional y su gobierno quieren atenazar a los salarios muy por debajo de los aumentos pasados y previstos.
El culebrón de las reservas, que los Kirchner creían concluido, se ha topado con la crisis mundial, que el matrimonio -y sus opositores- también daban por "superada". En el gran concurso preventivo que quieren encaminar contra los trabajadores, es necesario que le opongamos un programa, por el salario, contra el pago de la deuda externa, y por la nacionalización del comercio exterior, del sistema cambiario y de la banca, bajo control de los trabajadores.